Pablo López vivió una apertura de ensueño con Venezuela
MIAMI, Florida – Venezuela no pudo haber pedido un mejor comienzo en el Clásico Mundial.
No sólo abrieron el torneo superando a la República Dominicana, quien para muchos es el favorito para llevarse el torneo, y ante quienes tenían récord de 0-5 en este evento antes del sábado, sino que el domingo dieron otro golpe en la mesa, imponiéndose a Puerto Rico, la selección que ha llegado a las últimas dos finales del World Baseball Classic.
La ofensiva comenzó con todo, carburando siete carreras en las primeras dos entradas, en la eventual victoria 9-6 ante una asistencia de 35,615 personas que llenaron el loanDepot park, en el segundo encuentro correspondiente al Grupo D para ambas novenas.
Salvador Pérez brilló al bate, remolcando cuatro carreras, incluyendo un jonrón de tres rayitas. Anthony Santander igual, detonando otro bambinazo de tres anotaciones; su segundo vuelacercas en días consecutivos.
Pero quien impuso el ritmo para Venezuela en el otro lado del juego, fue el abridor Pablo López, quien aplacó a la poderosa ofensiva boricua por espacio de 4.2 innings, en los que permitió una sola carrera (un bambinazo solitario de Eddie Rosario), dos hits, ponchó a seis y no otorgó boletos.
Además, el oriundo de Cabimas estuvo extremadamente efectivo, lanzando 44 de sus 58 pitcheos en total en la zona de strikes.
“Sabía que este evento iba a pasar así que me tomé muy en serio mi preparación”, dijo López sobre sus ajustes de cara al Clásico. “Lancé 60 pitcheos de mucha intensidad. Sabía que haría eso así que me preparé mental y físicamente. Llegué a los campamentos habiendo lanzado ya dos sesiones de pitcheo en vivo”.
El derecho de los Mellizos alcanzó las 97 mph y estuvo rondando las 95 mph durante toda la noche. Si bien se apoyó en la recta de cuatro costuras en el 40% de la veces, López utilizó su curva y sweeper – una slider con un movimiento extra hacia lo horizontal – para producir seis swings fallidos, para una tasa de 60%.
“Las emociones estaban más elevadas de lo normal”, señaló Lopez sobre la alta velocidad que mostró en sus pitcheos. “Ansiaba la hora del juego desde que me levanté. Sé lo representa y me llenó de orgullo hacerlo. Además, ese apoyo ofensivo simplifica mi labor. Se trata de atacar, atacar y atacar”.
Fue la presentación de su vida, en un campo que lo vio desarrollarse como ligamayorista. López pasó las primeras cinco temporadas de su carrera llamando casa al loanDepot park, donde habitan los Marlins. Con Miami, el venezolano dejó efectividad de 3.84 y 489 ponches a lo largo de 510.0 innings. Este invierno fue cambiado a Minnesota en un paquete que llevó al también venezolano Luis Arráez a los Peces.
“Sigo muy familiarizado con ella. Siento como que sigue siendo mi lomita, mi montículo”, dijo el monticular. “Me sentí dentro de mi zona de confort y logré enfocarme en hacer mis lanzamientos y dejar fuera de balance a una muy buena alineación de Puerto Rico”.
Todo eso, produjo que el público venezolano presente lo recibiera con una ovación de pie al momento en el que éste salió del partido, luego de una apertura soñada.
Pero detrás de cualquier número, estuvo Pablo López; el humano, quien, con mucho orgullo portó la camiseta de Venezuela, un sueño de su difunto padre, que solía acompañar al monticular a todos lados, hasta el momento de su muerte hace un par de años.
“Desde que me levanté tuve a mi mamá y a mi papá presentes”, expresó López. “Creo que tenía uno en el hombro derecho y el otro en el izquierdo. Fue una sensación muy bonita. La he experimentado, pero no tantas veces en mi carrera. Sentí que tenía lo necesario para ir a la lomita y estar seguro de hacer todo lo posible por sentirme preparado. Y si tuve alguna ayuda del cielo, la agradezco mucho”.
Venezuela, ahora con récord de 2-0, líder del Grupo D, que ha sido catalogado como el de “la muerte”, descansará el lunes, para volver a la acción el martes para medirse a Nicaragua a partir de las 12 p.m. ET.