Salón: Mariano orgulloso de representar a Panamá
COOPERSTOWN, Nueva York – Cuando Mariano Rivera era un adolescente en la década de los 80 en Puerto Caimito, Panamá, seguía a figuras de su país en las Grandes Ligas como Juan Berenguer, Benjamín Oglivie y Roberto Kelly.
No obstante, Rivera no veía el béisbol propiamente como su futuro, que podía ser en la industria de la pesca o como policía, las áreas en que trabajaban tantos de sus familiares y allegados en su pueblo natal. En cuanto al deporte, su primer amor había sido el fútbol. Y en el mismo béisbol, el joven prefería ser jugador de posición, no lanzador.
Pero en febrero de 1990, tras ser firmado por el scout de los Yankees Herb Raybourn, inició una historia de Rivera como pitcher que lo llevaría a ser el segundo panameño con una placa en Cooperstown, después del fino bateador Rod Carew (exaltado en 1991). Y por supuesto, Rivera entrará el domingo como el primero en los anales del Salón de la Fama en ser elegido de manera unánime por la Asociación de Escritores de Béisbol de Norteamérica (BBWAA).
“Para mí, representar a Panamá es el pináculo”, dijo Rivera en una llamada por conferencia de cara a la ceremonia de exaltación. “Viniendo de Panamá, un pequeño pueblo llamado Puerto Caimito, fue un privilegio representar (a mis compatriotas) en el más alto nivel del béisbol.
“Fue un honor representar a mi país y representarlo bien”.
Eso mismo hizo Rivera en una carrera de 19 años en Grandes Ligas con los Yankees de Nueva York. Después de ser abridor ocasional y relevista al principio de su trayectoria con los Bombarderos del Bronx a mediados de los años 90, el derecho fue convertido en pieza crucial del bullpen de los Yankees en 1996 y en cerrador del equipo a partir de 1997. Ese mismo año, Rivera descubrió la recta cortada que lo ayudaría a ser el mejor cerrador en la historia de las Mayores.
Los números son abrumadores y hablan por sí mismos. Rivera es el líder de todos los tiempos en juegos salvados con 652 en campaña regular, terminando con efectividad de 2.21 en 1,115 presentaciones. En la postemporada fue toda una bestia, con promedio de carreras limpias de 0.70 en 141.0 entradas. Ayudó a los Yankees a ganar cinco Series Mundiales, de las cuales él mismo hizo el último pitcheo en cuatro.
Panamá ha producido un talento notable en el béisbol, con las figuras de Carew y Rivera al frente. Ha habido otros nombres a seguir a través de los años, tales como Héctor López, Omar Moreno, Manny Sanguillén, Carlos Lee, Carlos Ruiz, Kelly, Oglivie y Renaldo “Rennie” Stennett. Rivera encabeza la lista, por supuesto, y su exaltación del domingo en Cooperstown será motivo de regocijo para el pueblo panameño.
“Para mí es muy especial, como es para todos”, dijo el versátil jugador panameño de los Bravos de Atlanta, Johan Camargo. “Y como país me siento orgulloso de todo lo que hizo, siendo unánime. Deja en grande el nombre del país y para todo pelotero que quiera seguir triunfando, lo ve como un sueño más para salir adelante”.
Como tantos otros jóvenes panameños de su generación, Camargo vio las hazañas de Rivera por televisión desde el istmo.
“Desde chiquito, siempre lo veía cerrando en los Yankees”, recordó Camargo. “Ha sido motivante, cada vez que salía en el noveno para decirle a todos ‘Apaga y vámonos’. Eso era como, ‘Wow’, alguien que venía de un país tan pequeño para hacer cosas grandes. Eso motiva para seguir en esto”.
Asegura Rivera que después de su discurso en inglés el domingo en la ceremonia en Cooperstown, hablará directamente a su país y al resto de la afición de habla hispana en español.
“Me sentiré orgulloso”, dijo Rivera. “No sé qué tan sentimental me voy a poner, pero definitivamente estaré orgulloso de que la gente me apoye y comparta ese momento como fue el caso durante toda mi carrera.
“(Panamá) es un país pequeño, pero tenemos dos miembros del Salón de la Fama: Rod Carew, Número 1 y Mariano Rivera, Número 2. Eso es algo especial y como panameños, todos deberíamos sentirnos orgullosos”.