Regrese o no, Pujols deja un legado único
Uno simplemente sabía. Ese era el asunto. Uno lo sabía antes de que fuera a batear. El juego podía estar en 10mo inning, y el turno de Albert Pujols quizás no llegaría sino hasta el 11mo, y todo el mundo sabía que iba a terminar a mandar a todos a casa.
Si la carrera del dominicano llegó a su fin, ese debería ser su legado, tanto o más que cualquier otra cosa. A él seguramente le gustaría ser recordado por sentenciar juegos – ganarlos – más que por cualquier otra cosa. Y pocos jugadores han hecho eso tan bien o con tanta frecuencia.
Por supuesto, también podríamos referirnos a él como el más grande bateador derecho desde Hank Aaron. Y estaríamos en los correcto. Pero para apreciar realmente el toletero que ha sido Pujols, lo primero que hay que entender es que el hombre era una garantía. Te iba a ganar el juego. La única pregunta era cuándo y cómo.
Claro que es posible que Pujols, quien estaba parado en el círculo de espera cuando AJ Pollock falló con un rodado para poner fin a la temporada de los Dodgers con una derrota 4-2 ante los Bravos en el Juego 6 de la Serie de Campeonato de la Liga Nacional la noche del sábado en el Truist Park, decida no retirarse. No todavía. La sólida producción que mostró en estos meses para los Dodgers podría haberle abierto la puerta para jugar en el 2022, si es que así lo desea. Pero, por ahora, no tiene contrato. Y no hay garantías de que uno de los mejores jugadores de todos los tiempos vaya a volver a jugar.
De cualquier manera, su legado es inatacable. Es el líder entre los jugadores activos en jonrones, carreras empujadas, hits, dobles y boletos. Es tres veces ganador del premio Jugador Más Valioso y hay muchos en San Luis que aseguran debería tener un par más.
Ha ganado dos veces el Guante de Oro, cosa que nos recuerda algo que no debería olvidarse. Pujols era un jugador completo. Es un ejemplar defensor en primera base, un inteligente y agresivo, un bateador de alto promedio y alto OBP que además conectaba jonrones por montones.
Batear es difícil para cualquiera. Fue difícil para Pujols incluso en los mejores años de su carrera. Pero él lo hacía ver fácil. Su serena forma de pararse en el home, ese enfoque absoluto y su inmaculado proceso de tomar decisiones a la hora de hacer swing lo convirtieron en un bateador que nunca lució como si estaba pasando un mal rato a la ofensiva. Pásale un pitcheo cerca, y te ibas a arrepentir. Se iba a vengar, no se iba a molestar. No podías sacarlo de sus casillas.
Ni siquiera siendo un novato el juego lució difícil para él. Se presentó en las Mayores convertido en una estrella en el 2001, ganándose un puesto en el roster de los Cardenales con una brillante primavera y luego atormentando a los pitchers de la L.N. por seis meses.
Todo eso por parte de un bateador que había comenzado el año anterior en Clase A Baja. Tampoco olviden esa parte de la historia. Fue tomado en la 13era ronda del draft directamente de una pequeña universidad local de la zona de Kansas City. Pasó tres cuartos de temporada en Clase A Baja, tomó 81 turnos en Clase A Alta, estuvo tres juegos de ronda regular en Triple-A y la postemporada y listo. Pocos meses más tarde, estaba protagonizando uno de los mejores años para novato alguno en la historia del juego.
Eso comenzó una seguidilla de temporada tras temporada que pocas veces se ha visto. Entre 2001 y 2010, Pujols dejó una línea ofensiva de .331/.426/.624. Bateó 408 jonrones en ese trecho. Si se hubiese retirado el día que completó el mínimo de tiempo de servicio requerido (10 años), hubiese entrado al Salón de la Fama directamente.
Cuando dejó San Luis tras el 2011, su nombre ya estaba en páginas y páginas de los récords de los Cardenales, ubicándose segundo -- sólo detrás de Stan Musial -- en jonrones, dobles, bases alcanzadas, boletos, carreras empujadas y extrabases. Además ayudó a ganar dos Series Mundiales y restaurar así la vieja gloria de una franquicia que, para sus estándares, había pasado buena parte de la última década un poco a la deriva.
La segunda parte de su carrera obviamente no alcanzó las alturas de la primera, pero Pujols fue un bateador por encima del promedio, un peligroso cañonero, hasta bien avanzado en sus 30. E incluso hasta el final, siguió siendo uno de los peloteros más inteligentes de las Mayores, una figura reverenciada por sus compañeros de equipo y una presencia inconfundible.
Si todo se terminó, todos los fanáticos del béisbol deberíamos simplemente decir gracias. Ha sido un privilegio ver batear a Albert Pujols, y verlo jugar béisbol. El juego es mejor gracias a él y no hay mejor legado que ese.