La magia del juego del "Sol de la Media Noche" en Alaska

16 de agosto de 2024

Lo escuchas cada cierto tiempo en la radio mientras conduces por las calles de Fairbanks. Como el sol, es difícil de evitar en esta parte de Alaska.

¡Este mes es el Festival del Sol de Medianoche! Los Goldpanners darán inicio a las festividades este viernes con el tradicional Juego del Sol de Medianoche. ¡Las entradas se están agotando, así que consigue la tuya mientras puedas!

Los anuncios están pegados en las ventanas de las tiendas, y cualquiera con quien hables conoce la historia del juego.

La pequeña ciudad – justo al sur del Círculo Polar Ártico, que pasa ocho meses viviendo en la oscuridad – está más que lista para las 24 horas de luz. Se bañan en ella afuera. Montan bicicleta por los senderos y navegan por los ríos. Buscan oro. Asan sus perros calientes de reno.

Y durante 119 años, esta ciudad, amante del béisbol, ha jugado el deporte del bate y la bola, un juego que se extiende hasta la medianoche en el solsticio de verano sin iluminación artificial. Es un evento que parece sacado de un sueño, que distorsiona el tiempo y es único en su tipo.

“Es una experiencia increíble de verdad”, me dijo John Lohrke, gerente general de los Alaska Goldpanners. “Tengo coaches que vienen aquí y han estado entrenando durante 40 años, diciéndome, ‘John, nunca he tenido una noche tan divertida’”.

“No hay nada igual,” dijo Bob Eley, editor deportivo durante mucho tiempo del Fairbanks Daily Miner. “Si eres un fanático del béisbol, tienes que hacerlo al menos una vez en tu vida”.

Photo via Getty

La historia

El béisbol, si puedes creerlo, tiene una larga y rica historia en Alaska. Incluso en lo más remoto del mundo.

Los orígenes del deporte se remontan a la época en que los Estados Unidos le compró el territorio a Rusia a finales del siglo XIX. Balleneros y buscadores de oro de EE.UU., Asia y otras partes del mundo -- que se refugiaban en la zona durante meses -- pasaban el tiempo jugando béisbol en terrenos de hielo y nieve profunda. La Isla St. Paul pudo haber tenido un equipo tan temprano como en 1868. El béisbol con raquetas de nieve era una actividad bastante común.

Y el 21 de junio de 1906, el juego de béisbol más famoso de la zona, y uno de los más inusuales del mundo, inició su primera incursión en la historia deportiva. Dos equipos locales de la ciudad de Fairbanks, conocida por sus riquezas en oro, acordaron jugar entre sí en un partido que se extendería hasta la medianoche porque, bueno, podían hacerlo: Durante 70 días, desde mediados de mayo hasta mediados de julio, esta parte de Alaska experimenta unas 24 horas de luz diurna, con el solsticio de verano el 21 de junio siendo el día más largo bajo los rayos del sol. Tanto es así que no se necesitan luces artificiales en el estadio para atrapar un elevado o batear una curva.

“Díselo a tus amigos cuando salgas”, publicó el Fairbanks Daily Times después del encuentro en 1906. “Diles que el 21 de junio, mientras estabas en Fairbanks, asististe a un partido de béisbol que empezó a las 11 de la noche y terminó a las 12:30 de la mañana siguiente”.

Art by Tom Forget

El clásico de medianoche ha estado ocurriendo desde entonces. Y desde 1960, los Alaska Goldpanners -- un equipo universitario de verano con sede en Fairbanks -- han sido los anfitriones en el Growden Memorial Park. Generalmente, juegan contra equipos amateurs locales u otras novenas universitarias de verano.

Los jugadores

Los “Panners”, como los abrevian cariñosamente los habitantes de Fairbanks, han aparecido y desaparecido de la Liga de Béisbol de Alaska a lo largo de los años. Se trata de un circuito de verano que, desde sus inicios, ha albergado a algunos de los mejores jugadores universitarios y futuros profesionales de los Estados Unidos. Se ha calmado recientemente, pero durante ciertos períodos, rivalizaba con la Liga de Cape Cod en prominencia entre las ligas universitarias de verano.

Mark McGwire y Randy Johnson jugaron con los Glacier Pilots. Jeff Kent y Paul Goldschmidt aparecieron con los Anchorage Bucs. Aaron Judge observaba alces durante el día y a lanzadores por la noche durante el interminable verano de Alaska.

“Esto era lo máximo”, me dijo Eley. “Esto y la Cape”.

Los “Panners” tienen una historia muy destacada. Han ganado más campeonatos de la liga que nadie y no creerías algunos de los nombres que se han puesto el uniforme naranja y amarillo en las últimas seis décadas.

Tom Seaver pasó dos temporadas en Fairbanks en 1964 y 1965, registrando efectividad de 1.57 y participando en un juego sin hit ni carrera en su primer año. Incluso lanzó en el mismísimo Juego del Sol de Medianoche, aunque los resultados no fueron los esperados.

“Seaver abrió el Juego del Sol de Medianoche y no llegó a completar el quinto inning”, se rio Eley. “Un muchacho de Anchorage entró en su lugar y se llevó la victoria”.

Jason Giambi fue uno de los mejores bateadores en Growden Park en 1990.

“Recuerdo haber escrito un artículo sobre Jason Giambi”, siguió Eley. “Se fue de 3-3 con tres carreras impulsadas y llevaba el Nro. 3. Fue la historia perfecta”.

Todos los Boone jugaron, Dave Kingman conectó algunos enormes batazos bajo el sol y Barry Bonds estuvo allí en 1983... más o menos.

“Bonds nunca estuvo en Fairbanks”, aclaró Lohrke. “Se unió a nosotros en Anchorage al final del verano y tuvimos dos partidos cancelados por lluvia. Fuimos a un torneo en Wichita y él jugó con nosotros como seis juegos”.

¿Era bueno?

“Oh sí, sí.”

Pero de todos estos jóvenes universitarios que viajaban a este lugar remoto, al sur de la nada, justo antes del inicio de sus carreras en las Grandes Ligas, hay uno que abrazó más que nadie la calidez de la pequeña ciudad de Fairbanks. Un hombre que asistió a la edición 2024 del Juego del Sol de Medianoche para obtener su propia estatua.

“Lo que aprendí sobre Fairbanks y Alaska, es que había un gran sentido de familia”, comentó Dave Winfield en una rueda de prensa previa al juego. “Hay un sentido de comunidad. Para una ciudad tan pequeña poder albergar un equipo, traer a niños de todo el país, ayudar a moldear su destino, darles un empujón o una palmadita en la espalda para llegar al siguiente nivel… eso es lo que encontré aquí”.

El miembro del Salón de la Fama jugó con los “Panners” durante las temporadas de 1971 y 1972, siendo Jugador Más Valioso en su segundo año. Registró números impresionantes como bateador y lanzador: 18 jonrones y 72 carreras impulsadas; 13-4 con una efectividad de 3.71. Conectó un cuadrangular de 500 pies s del que aún se habla. Trabajaba en la ciudad en una tienda de muebles cuando no estaba jugando pelota, pescaba enormes especímenes en los fríos ríos de la región y su tiempo en Fairbanks tuvo un impacto increíble en él. Y quienes lo conocieron fueron impactados por él.

Winfield shares some knowledge with this year's Goldpanners. Photo by Pete Gottschalk

El juego

Paseando por el estadio, se puede sentir que el orgullo y el amor por este extraño y pequeño juego de béisbol están por todas partes.

“Es genial. Simplemente tuve que tomar una foto a medianoche para mostrarles a mis amigos lo brillante que era”, me dijo Cindy Strauss, de San Luis, Missouri. “Es sencillamente muy divertido”.

“Es una atmósfera increíble”, añadió Mathew Zaninovich, de Bakersfield, California. “El juego en sí es muy divertido, pero es un evento tan festivo que realmente une a la comunidad. Hay mucha energía positiva aquí”.

“Tendremos gente que viene de Australia, Nueva Zelanda y Gran Bretaña y ni siquiera saben qué demonios es un juego de béisbol”, me aseguró Eley. “Pero vienen, porque casualmente están aquí en ese día”.

Photo by Pete Gottschalk
Photo by Pete Gottschalk

“La gente viene de todas partes”, dijo Lohrke. “El año pasado, tuvimos representantes de 35 estados diferentes de los 48 estados continentales de los EE.UU. y de tres o cuatro países diferentes. Es un juego que está en la lista de cosas por hacer”.

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Además de la peculiaridad de empezar un encuentro a las 10 p.m. y jugar más allá de la medianoche, el partido en Fairbanks también tiene otros elementos únicos.

Una banda de música folk en vivo toca en las gradas.

Una vez que el reloj marca la medianoche, un grupo de mujeres conocido como las Sweet Adelines sale al montículo para cantar la Canción de la Bandera de Alaska.

Se reparten kazoos a los aficionados y una canción muy extraña llamada “Happy Boy” se canta durante la séptima entrada.

“Es una canción llamativa”, me dijo Lohrke, riendo. “Ya sabes, uno queda como, ‘¿Dónde está Take Me Out to the Ball Game?’ No, no vamos a hacer eso”.

A medida que avanza la noche, o al menos creo que está avanzando, los “Panners” continúan aumentando su ventaja en lo que eventualmente será una victoria de 10-4. Winfield, que había estado en el terreno desde la ceremonia para develar su estatua siete horas antes, sigue en el parque. Parece tener dificultades para dejar un lugar, un juego que tuvo un papel tan importante en su vida. Se dirige a la cabina de prensa, curioso por saber si alguien puede decirle sus estadísticas durante su tiempo con los Goldpanners.

Y no es sólo Winfield.

Toda la multitud sigue aquí. Nadie parece poder alejarse. El reloj dice que son casi la 1 a.m., pero el sol y el cielo dicen lo contrario. Es hora de “Sweet Caroline”.

La fila para comprar recuerdos del Sol de Medianoche, que ha sido larga durante todo el partido, finalmente ha disminuido. Probablemente se quedaron sin mercancía. Los vendedores de comida comienzan a cerrar. El sol se ha puesto un poco detrás de algunas colinas distantes, creando un suave resplandor crepuscular.

Sin embargo, no pasará mucho tiempo hasta que vuelva a salir.

“Esto siempre había estado en mi lista de cosas por hacer”, contó Zaninovich. “Algo de lo que escuché cuando era niño y siempre pensé, ‘Hombre, esto sería tan genial.’ Entonces, finalmente estar aquí por primera vez es simplemente una buena sensación”.

Esa sensación es algo de lo que todos hablan, ya sea en el festival del sol, en un restaurante o en un bar del vecindario. Es lo que Winfield sintió hace 50 años y lo que lo trajo de vuelta 50 años después. Es lo que mantuvo a tantos grandes jugadores viniendo durante tantas temporadas y lo que atrae a tantos visitantes de todo el mundo.

Es una euforia, un estallido de buena energía, algo tan etéreo que es, bueno, algo difícil de explicar.

Simplemente tendrás que venir a experimentarlo por ti mismo.