¿Jordan le dio un zapatazo a ejecutivo? Así ocurrió
CHICAGO -- Brooks Boyer tiene una historia detallada y bien conmovedora acerca de Michael Jordan para compartir mientras la serie documental de 10 episodios, “The Last Dance”, se transmite todos los domingos por la noche en ESPN.
Boyer se encuentra en su 17ma temporada con los White Sox, donde ocupa el puesto de vicepresidente de ingresos y mercadotecnia. Pero formó parte del departamento de sociedades corporativas de los Bulls de Chicago por 10 años, incluido el lapso en el que ganaron tres títulos de manera consecutiva por segunda ocasión, desde la temporada 1995-1996 hasta la de 1997-1998.
De hecho, el graduado de la Universidad de Notre Dame en 1994 y alguna vez destacado basquetbolista escaló de pasante a empleado de tiempo completo después de que los Bulls ganaron sus primeros tres títulos y Jordan se retiró por primera vez para jugar béisbol profesional en la organización de los White Sox.
“Había gente en la oficina que pensaba, ‘La racha de éxito ha terminado. Les fue bastante bien por un tiempo, ganaron tres campeonatos y Jordan no va a regresar’”, relató Boyer. “Todos estos empleados de tiempo completo se marcharon y quedamos puros pasantes aquí. Nos preguntaron, ‘¿Muchachos, les gustaría un empleo de tiempo completo?
“Entonces, gracias a que Jordan decidió renunciar al básquetbol para probarse como pelotero profesional, eso me hizo obtener un trabajo de tiempo completo en esta industria. Y luego me encargué de vender patrocinios para los Bulls mientras Jordan jugaba béisbol y les hacía swing a todas esas curvas. Gracias a Dios que batalló para conectarlas”.
El regreso de Jordan a la NBA eventualmente llevó a Boyer y a un partido de exhibición en Memphis. Boyer había vendido los derechos de nombre a AutoZone, empresa de piezas automotrices con base en dicha ciudad.
AutoZone contactó a Boyer la mañana del juego y le dijo que un niño de 12 años que padecía de una enfermedad terminal y su familia estarían en un cuarto privado a unos 10 metros de los vestidores de los Bulls en The Pyramid (antes de que se convirtiera en casa de los Grizzlies, que en ese entonces aún jugaban en Vancouver), y preguntó si Jordan podía pasar a saludar. Boyer no les prometió nada, pero dijo que trataría de arreglar algo.
Esa mañana, cuando el equipo se disponía a abordar el avión para dejar la ciudad, Boyer se dio cuenta de que había tensión entre los jugadores, y todo mundo permanecía en silencio. Se enteró de que el entrenador de los Bulls, Phil Jackson, y Jordan habían tenido una acalorada discusión durante la práctica matutina.
Pero Boyer todavía tenía previsto hablar con Jordan en el avión ... hasta que Jackson caminó hacia donde Jordan y se desató otro enfrentamiento verbal. Boyer prefirió esperar, y en cambio se acercó a Jordan mientras el jugador se encontraba en su casillero.
“Caminé hacia él y le dije, ‘Qué tal, MJ. ¿Qué tan posible sería …’ y le expliqué la situación”, recordó Boyer. “Michael exclamó, ‘¿Lo prometiste? Prometiste que yo estaría ahí. ¿Qué acabas de hacer, muchacho?’. Así como él habla. ‘¿Cómo pudiste haber prometido que yo estaría ahí?. Nunca vuelvas a hacerlo’, y yo le dije, ‘Oye, yo no prometí que estarías ahí. No tienes que hacerlo’.
“Mi reacción fue de, ‘Lo entiendo, no hay problema’. Me di la vuelta y me alejé. De repente, algo me golpeó en la espalda. Era uno de los zapatos de Jordan. Él se me quedó viendo y me dijo, ‘Encuéntrame una jarra de café caliente, y lo haré’”.
Boyer inició una larga búsqueda por café y encontró una vieja cafetera y unos vasos de unicel en uno de los cuartos de mantenimiento. Tras tomarse algunas tazas, Jordan acompañó a Boyer durante los calentamientos para visitar a la familia mientras seguía “atormentando” a Boyer en forma de broma acerca del porqué había prometido que asistiría a esa cita.
Pero cuando Jordan entró al cuarto, todo cambió. Saludó al director ejecutivo de AutoZone y le agradeció por patrocinar el partido. Se sentó al lado de la familia y llamó al pequeño que estaba enfermo por su nombre, logrando que el niño se sintiera cómodo.
“Luego, su hermana menor se acercó; tendría unos siete u ocho años de edad”, indicó Boyer. “Ella dice, ‘Eres el de Space Jam’, y Michael le responde, ‘¡Así es! Tengo una hija de tu misma edad’. Todo era felicidad en ese cuarto. Nadie estaba triste. Michel es mágico.
“Yo me encontraba parado al fondo del cuarto simplemente observando todo lo que estaba pasando allí y viendo cómo la madre del pequeño rompía en llanto. Michael les firmó autógrafos por doquier, y yo les sigo diciendo, ‘Sólo dos minutos. Michael tiene que calentar’. Él dice, ‘Hey, estoy bien. No te preocupes’. Probablemente se quedó ahí por 10 minutos más. Se tomó el tiempo para platicar con todas las personas que estaban presentes. Le trajo bastante alegría al pequeño”.
Un asombrado Boyer entonces encaminó a Jordan de regreso a la duela, y compartió con la superestrella del baloncesto el hecho de que lo que acababa de presenciar era una de las cosas más geniales que había visto en su vida.
“Me miró y me dio una especie de palmadita en la nuca mientras caminábamos de regreso por el pasillo, y luego me dijo, ‘Vaya, Brooksie. Todo está bien. Esto es lo que hacemos’”, recordó Boyer. “Tenía una gran sonrisa en su rostro.
“He sido testigo de varias cosas bien geniales en mis 25 años de trabajar en los deportes profesionales, pero nunca he visto algo como esto. Más tarde en el juego, Michael se anotó una canasta y de regreso a defender se dirigió hacia donde estaba el pequeño en primera fila y le dijo ¡vengan esos cinco! Después del juego, fue donde el chico y le regaló sus zapatos.
“Recibí una carta, como un año después, porque supuestamente al niño le quedaban solamente entre tres y seis meses de vida. Un año después, el pequeño falleció. Ellos dijeron, ‘Miren, creemos que vivió por seis meses más gracias a la experiencia que tuvo con los Bulls y Michael Jordan’. Lo que pasó quedó marcado en mi mente para siempre”.