Historias de los días de Jordan con los White Sox
CHICAGO -- Con los más recientes dos capítulos del documental de ESPN, “The Last Dance”, enfocados en la aventura de Michael Jordan en el mundo del béisbol, hablamos con algunas personalidades ligadas a los White Sox sobre sus experiencias con Jordan.
Ken ‘Hawk’ Harrelson
Hay una foto que ha estado dando vueltas en las redes sociales desde que comenzó a transmitirse “The Last Dance”. En la misma salen Mike Ditka, el famoso coach de los Bears de la NLF, el mariscal de campo Jim McMahon, Jordan y Harrelson durante un juego de golf. Harrelson, quien fuese voz de los juegos en televisión de los White Sox y ganador del Premio Ford C. Frick en el 2020, no sólo recuerda aquel torneo, sino un momento en particular de dicha competición, centrado en quién podía enviar la pelota más lejos.
Era un día frío y el viento estaba golpeando hacia la cara de los jugadores, pero Harrelson de cualquier manera se las arregló para mandar la bola a 321 yardas. Naturalmente, Harrelson asumió que sería el tiro ganador.
“Después que todos terminamos, estábamos cenando, tomándonos unos cócteles”, recordó Harrelson. “Después empezaron a entregar los premios y dicen, ‘Y en la competencia del tiro más largo…’”
“Echo mi silla hacia atrás de la mesa, empiezo a pararme y dicen, ‘Michael Jordan, 323’. Me le quedo mirando, él se me queda mirando y sonríe. Me encanta ese tipo”.
Harrelson también se divirtió jugando en un torneo de la CGA con Jordan y Mario Lemieux, la superestrella del hockey, y tuvo el chance de ver a Jordan en las menores y observar de cerca ese famoso espíritu competitivo. Un día, durante el Spring Training en Sarasota, Florida, Jordan le mandó a avisar a Harrelson para que lo fuese a ver en la práctica de bateo.
“Lo vi batear por 15, 20 minutos”, dijo Harrelson. “Tomar 15, 20 minutos de práctica de bateo cuando tus manos no están acostumbradas, y no son lo suficientemente fuertes, pues es algo bien difícil para tus manos”.
“Después de verlo batear, le digo, ‘bueno, nos vemos después, voy a regresar a Orlando’. Y me dice, ‘Vamos a jugar golf’. Yo tenía mis palos en el carro, así que fuimos”.
“Tenía las manos todas vendadas. En la mano derecha se le veía la sangre a través de la venda. Todo rojo. Y se lo dije, ‘¿Vas a jugar así?’. Pues jugamos. Y él jugó bastante bien, aunque yo jugué horrible ese día. Perdimos algo de dinero, así que me regresé a Orlando, y luego me enteré al día siguiente que él se había quedado otro par de horas jugando con los otros muchachos tratando de recuperar algo de dinero”.
Brooks Boyer
El vicepresidente de ingresos y mercadeo de los White Sox también tiene su historia con Jordan y un competitivo juego de baloncesto.
Antes de trabajar con los White Sox, con quienes ha estado los últimos 17 años, Boyer laboró por 10 años con los Bulls y le gustaba bajar a lanzar tiros al aro en el United Center durante la hora del almuerzo. En una ocasión, Jordan trajo a su hijo, Jeffrey, y quería que jugara uno contra uno con Boyer para ver qué nivel tenía. Boyer había sido un exitoso jugador universitario en Notre Dame, y Jordan solía referirse a él por el nombre de su casa de estudios.
“Le gané al hijo en el uno contra uno, pero lo loco es lo competitivo que era Michael, incluso simplemente dirigiendo al muchacho”, recordó Boyer. “Michael me estaba diciendo cosas, tratando de meterse en mi cabeza: ‘No puede ir por la izquierda. Está cansado’. Estuvo en eso todo el juego. Era como si estuviese narrando el partido”.
Al final, Boyer no dejó pasar la oportunidad de decirle algo a Jordan tras vencer a su talentoso hijo.
“Fue un buen juego. Su hijo era un buen jugador”, dijo Boyer. “Luego me le quedé viendo a Michael y le dije, ‘Sigues tú’. Pero nunca jugamos.
“Sólo soltó una risa. Me dijo algo como, ‘Vamos a volver para patearte el (trasero). Anda a buscar a oxígeno’”.
Michael Huff
Huff, un sólido patrullero defensivo que jugó en partes de tres temporadas para los White Sox, tuvo una historia similar a la de Melton: Schueler y Jerry Reinsdord, el propietario de los Bulls y los White Sox, le pidieron que enseñara a Jordan a jugar en el outfield.
“Michael era muy humilde. Muy genuino, muy sincero”, detalló Huff. “Entendió que era él quien estaba en la parte baja de la cuerda, que él era el novato y yo el veterano. Y estaba ansioso por decirme, ‘Enséñame. Cada vez que haga algo mal, no tengas miedo de corregirme’”.
“Lo que yo siempre esperé es que él recordara su tiempo conmigo y dijera, ‘Él fue una persona genuina y sincera que estaba tratando de ayudarme a dar lo mejor de mí’”, dijo Huff. “Yo nunca me sentí impactado porque era una estrella, nada de eso. Le decía en su cara cuando le partía mal a un batazo, agarraba mal la pelota o no le lanzaba la bola al cortador”.
Herm Schneider
Cuando Jordan empezó a practicar en secreto justo después del Día de Acción de Gracias de 1993, Schneider, el jefe de los preparadores físicos de los White Sox, diseñó un plan especial para que entrara al estadio.
“Él me llamaba cinco minutos antes de salirse de la autopista Dan Ryan, y luego cuando llegaba a la calle Wentworth y estaba cruzando a la derecha en la Calle 35”, dijo Schneider. “Yo tenía la llave y le abría la puerta del garaje, él se metía con su auto y yo cerraba la puerta rápido. Nadie supo que estaba pasando desde ese viernes y hasta básicamente una semana antes, algo así, de que nos fuésemos al Spring Training”.
Schneider también recordó la vez que fueron a hacer compras al supermercado con Jordan luego de llegaran a Sarasota, Florida en el avión de Jordan, para el Spring Training.
“Nos montamos en el carro y fuimos a un Publix, eran como las 12:30 a.m.”, contó Schneider. “A esa hora habría un puñado de personas en la tienda. Pero fue increíble. En menos de 30 minutos se corrió la voz de que estaba allí, y aquello fue un zoológico en aquella tienda como a la 1:15 a.m.”
Últimos consejos de béisbol
Durante la temporada que pasó Jordan con Doble-A Birmingham en la Southern League, un circuito lleno de prospectos, bateó .202 con tres jonrones, 51 carreras empujadas y 30 bases robadas. No son exactamente números de un Salón de la Fama, pero no dejan de ser llamativos para alguien que había dejado de jugar béisbol en la preparatoria.
“Te apuesto que, si revisas los números de esa liga en esa temporada, no vas a encontrar a muchos tipos con más de 30 bases robadas”, dijo Huff. “Y en su primer año, 50 empujadas, no son más de tres o cuatro tipos en el equipo con 50 o más empujadas. Es verdad que sólo bateó .200, pero estamos hablando de alguien que tenía 10 o 15 años sin agarrar un bate e igualmente hizo cosas bien increíbles en Doble-A”.
“Tenía dos las herramientas, básicamente lo que necesitaba era más experiencia”, resumió Melton. “Es difícil batear a nivel de Grandes Ligas, es un ajuste bien grande. Pero yo pienso que un tipo así puede hacer ese ajuste tan bien o mejor que muchos. ¿Cuántos tipos pueden jugar baloncesto cómo él? Eso es algo que tienes que preguntarte. No son muchos”.
“Él hombre lo intentó. Fue bien interesante escucharlo, todas esas historias. Era un tipo bien genuino”.