El 34 y la “Fernandomanía”: Legado eterno de Valenzuela
Con motivo del lamentable fallecimiento de Fernando Valenzuela a los 63 años, en LasMayores.com decidimos presentar una serie de momentos destacables e históricos de protagonismo de la leyenda mexicana de los Dodgers.
El pitcheo conocido como “tirabuzón” se basa en el movimiento y en la sensación. Comienza en una dirección y de forma inesperada rompe hacia el lado contrario. Cuando es bueno, es increíble, y cuando es ejecutado a la perfección, es un lanzamiento difícil de olvidar.
Hace poco más de 40 años, Valenzuela pasó de una zona rural mexicana a una de las ciudades más famosas del mundo para una mágica temporada de 1981 que comenzó con un récord perfecto de 8-0, en el inicio de lo que sería un movimiento. “El Toro”, aquel jugador de apariencia convencional, pero con un talento extraordinario, permanecerá como un héroe cultural, una leyenda del béisbol y una figura mítica debido a lo que consiguió en el terreno y la humildad que lo caracteriza.
“La gente yo creo que siempre ha tenido mucha paciencia conmigo”, dijo Valenzuela hace tres años desde su hogar en Los Ángeles. Yo creo que realmente sería bueno que recordaran que uno siempre trato de dar el máximo para darles un buen espectáculo, para que se divirtieran con este bonito juego y que siempre trató de dar el máximo en los juegos que uno participaba”.
Hasta antes de su muerte, el oriundo de Navojoa, Sonora, formaba parte del equipo de transmisión de radio en español de los Dodgers. En 1981, Valenzuela cautivó al mundo del béisbol e inspiró a una nueva generación de aficionados con la llegada del fenómeno llamado “Fernandomanía”.
“Recuerdo a este chico mexicano de 19 años de cabello largo y un poco rellenito llegando al béisbol como una tormenta”, dijo el ecuatoriano Jaime Jarrín, narrador y miembro del Salón de la Fama. “Era calmado y tranquilo, pero con mucha confianza e inteligencia. También le gustaba bromear cuando entraba en confianza”.
Hasta sus últimos días Fernando fue un abuelo divertido con un sentido del humor seco y una sincronización perfecta para la comedia. No podía dar cinco pasos por el Dodger Stadium sin que algún aficionado, sin importar la edad, lo detuviera. Asistía a todos los juegos, pero le gustaba mantenerse en un segundo plano, quedándose en la cabina de transmisiones durante las prácticas, para evitar ser una distracción. Hace mucho comenzó a practicar golf y varios golfistas profesionales y amateurs comenzaron a verlo en campos de diferentes clubes.
Como en los viejos tiempos, le encantaba tomar el volante de su Corvette y hacer largos viajes. Valenzuela estaba en una edad en la que finalmente podía dar un paso hacia atrás y apreciarlo todo desde el espejo retrovisor, pero al mexicano más famoso en la historia del béisbol no le gustaba hablar de él o de la Fernandomanía.
Los números hablan por sí solos: ocho victorias, siete juegos completos y cinco blanqueadas, ponchó a 68 y permitió cuatro carreras en 72 episodios para una efectividad de otro mundo de 0.50.
“Soy una persona reservada”, confesó Valenzuela. “Siempre pienso dos veces las cosas que hago o digo y creo que esa es la única manera de conseguir algunas cosas en la vida. Siempre he tratado de ver primero lo que quiero hacer en ciertas situaciones y con ciertas cosas, antes de actuar. Eso me ayudó mucho en mi carrera”.
Fue un momento histórico que estuvo cerca de no suceder. Valenzuela nunca había abierto un juego de Grandes Ligas cuando recibió el llamado para el Día Inaugural del 1981. Tuvo un corto, pero sólido debut como relevista (ninguna carrera permitida en 17.2 tramos) al final de la temporada de 1980, pero seguía siendo un niño de 20 años.
• En 1980, Fernando empezó a hacerse sentir
Cuando el manager Tommy Lasorda le dio la pelota a Valenzuela después de que Jerry Reuss, quien estaba pautado a abrir el juego, quedara fuera por una lesión en la pantorrilla, fue la primera ver que un novato abría en el Día Inaugural en la historia de los Dodgers. Valenzuela, quien había lanzado una práctica de bateo en el Dodgers Stadium el día anterior, conoció su asignación menos de 24 horas antes del primer pitcheo del juego
“Es un recuerdo que siempre tengo, de decir: ‘Me dio esta oportunidad, tengo que aprovecharla’”, dijo Valenzuela.
Frente a 50,511 espectadores, Valenzuela no mostró ningún tipo de nervios, al lanzar un blanqueo de cinco hits y cinco ponches con ayuda de su tirabuzón, para darle la primera victoria del año a Los Ángeles con un triunfo 2-0 sobre los Astros. Houston había dejado en el camino a los Dodgers en un juego de eliminación el año anterior, llevándose el banderín de la División Este de la Liga Nacional.
“Fue muy importante para mí porque las cosas salieron bien”, dijo Valenzuela. “Ganamos. Lancé bien – nueve innings, nueve ceros. Creo que después de eso hubo muchas más oportunidades. Siempre digo, tal vez si las cosas no hubiesen salido tan bien, no sabemos si hubiese tenido tantas oportunidades. Es por eso que, para mí, ese juego al comienzo de la temporada fue tan importante para mi carrera”.
Las siguientes tres salidas fueron en la carretera – en San Francisco, San Diego y Houston. Ganó los tres juegos lanzando completo, incluyendo blanqueos ante los Padres y Astros. En su segunda salida en casa, el 27 de abril ante los Gigantes, lanzó otro blanqueo; su cuarto en cinco aperturas. Para ese momento, el mexicano tenía récord de 5-0 con 0.20 de efectividad y todo el mundo comenzó a preguntarse cuándo era la próxima apertura de Valenzuela.
Hubo tantas peticiones para entrevistar a Fernando, que el monticular se vio forzado a hacer conferencias de prensa con Jarrín a su lado antes de cada apertura en casa y en clubhouses llenos en el primer día que estaba de visita ante otros equipos. En el repleto Dodger Stadium, se veían aficionados con camisetas con el apellido “Valenzuela” en sus espaldas, ya sean originales, hechas por ellos mismos o replicas. Se veían letreros hechos en casa en las gradas, que leían “Viva Fernando”.
The Los Ángeles Times no podía dejar de escribir sobre el mexicano y The Los Ángeles Herald Examiner incluso hizo un concurso para encontrarle un apodo. Ganó “El Toro”. Fernando estuvo en la portada de la edición de Sports Illustrated del 18 de mayo de 1981 con la palabra “UNREAL!” (¡IRREAL!) al tope. También estuvo en las portadas de The Sporting News, Sport Magazine, Baseball Digest y muchas otras publicaciones. Los mexico-americanos Lalo y Mark Guerrero, dupla de cantantes padre e hijo, le escribieron varias canciones, incluyendo “Fernando, El Toro” y “Olé Fernando”.
Luego en el verano, Valenzuela asistió a un almuerzo en la Casa Blanca junto al presidente del momento Ronald Reegan. Apareció en la caja del cereal Corn Flakes de Kellogg's.
Y en otro hecho que refleja su fama y ubicuidad, comenzó a ser reconocido sólo por su primer nombre.
“Todo el mundo pedía historias de Fernando. Fue impresionante presenciar el nivel de atención que estaba generando”, dijo Steve Brener, quien fue director de publicidad de los Dodgers entre 1970 y 1987. “No puedo recordar un jugador que haya cautivado tanto a los aficionados y a la prensa de la manera en la que lo hizo Fernando. El chico tenía un talento impresionante, pero para mí, la clave de Fernando era que él quería ser tratado como los 24 otros jugadores, sin un trato diferente. Podías ver cuán genuino y humilde fue durante todo ese tiempo y eso llamaba a la gente”.
Valenzuela ganó su sexta apertura en una labor de nueve entradas en Montreal, aunque no salió con el juego completo, porque el encuentro se fue a una décima entrada. Esa presentación fue seguida por otro blanqueo ante los Mets en Nueva York y por un juego completo ante los Expos en el Dodger Stadium.
Podía hacer todo el en terreno de juego salvo correr. Bateaba, hacía toques de bola, fildeaba su posición. Sabía jugar el juego.
Dusty Baker
IMPACTO EN EL CLUBHOUSE
A lo largo de todo, los compañeros de Valenzuela se maravillaban con su postura y la habilidad atlética.
“Podía hacerlo todo en un campo de béisbol, menos correr”, dijo su excompañero y actual manager de los Astros Dusty Baker. “Podía batear, podía tocar la bola y fieldear su posición. Sabía cómo jugar. Fue una inyección de aire fresco y de juventud con el conocimiento de cómo jugar este deporte”.
En el clubhouse, el mexicano demostró su juventud y destellos de una personalidad carismática. Era bromista e impresionó a sus compañeros con otra habilidad que nadie esperaba.
“Era impresionante con el lazo”, dijo el exreceptor de los Dodgers Mike Scioscia, quien hacía batería con el mexicano. “Podía hacer cualquier cosa con el lazo”.
Finalmente, Valenzuela cargó con su primera derrota de la temporada – y de su carrera – el 18 de mayo, cuando permitió cuatro carreras en siete entradas ante los Filis. Sigue siendo el único jugador en las Mayores desde 1945 en ganar sus primeras ocho salidas en su carrera.
“En esos ocho juegos todo salió bien. Un buen apoyo de la ofensiva, buena defensa”, dijo Valenzuela, quien se convirtió en el primero -- y hasta ahora único -- lanzador en ganar el Novato del Año y el Cy Young en una misma temporada. “Todo se combinó para sacar esas victorias”.
El mundo del béisbol –dentro y fuera del terreno – nunca volvió a ser el mismo.
UN ÍCONO CULTURAL
Décadas antes de aparecer en escenarios y pantallas de todo el mundo, el comediante George López era un joven aficionado de los Dodgers. Su lugar favorito era el Dodger Stadium y las noches en las que lanzaba Valenzuela eran mágicas.
“El hecho de ser mexicano y tan bueno y tener tanta humildad en una racha así, fue inspiracional”, dijo López. “No fue una inyección en el brazo, sino directo al corazón, porque nos dio a alguien que amaríamos por siempre. Especialmente en L.A. Este chico nos sigue inspirando. Sigue moviéndonos. Cambió nuestras vidas”.
Los abuelos de López lo convirtieron en aficionado de los Dodgers a finales de la década de 1960 y su familia siguió asistiendo a los juegos a lo largo de los 70, vistiendo los icónicos colores azul y blanco. Su primera probada de la Fernandomanía fue el 27 de abril de 1981, cuando desde las gradas del jardín izquierdo vio al mexicano lanzar un blanqueo de siete hits y dar tres imparables, en la victoria 5-0 ante los Gigantes. Fue el quinto juego de la racha de ocho de Valenzuela.
El estadio tenía un ambiente electrizante, recuerda López. Pero siempre estaba así cuando Valenzuela estaba en la loma. El comediante de ascendencia mexicana aún se ríe cuando recuerda una inesperada visita a la loma que fue acompañada por una erupción del repleto estadio.
“Yo estaba ahí cuando una chica se lanzó al terreno y lo besó. Ella abrió sus brazos en el aire y lo abrazo”, dijo López. “Si miras el video, todos en el estadio pensamos lo mismo: ‘Tal vez fue ella quien lo besó, pero todos lo hicimos también’. Todos queríamos acercarnos a él y abrazarlo. Ella era como nosotros, corriendo con una camiseta de los Dodgers con un icónico 34 en su espalda. Esa no era una camisera oficial. Ella la hizo”.
Años más tarde, López tuvo su propio momento cuando salió con el número 34 de los Dodgers, acompañado de “LOPEZUELA” en su espalda, para lanzar el pitcheo ceremonial en un juego de los Dodgers en casa en el 2012.
Para mi generación, estoy hablando de la Generación X, los hijos de inmigrantes mexicanos que se criaron en el sur de California en los años 80, no es un mito, fue un héroe.
Gustavo Arellano
Hay innumerables historias de inmigrantes mexicanos y mexico-americanos en Los Ángeles como las de López. La Fernandomanía no se trataba sólo de béisbol. Era un fenómeno cultural que marcó a una comunidad minoritaria.
“Hoy en día, Fernando es visto casi como un mito porque su carrera como jugador termino en los 90, antes de que muchos de la generación actual nacieran”, dijo en su momento Gustavo Arellano, columnista de Los Ángeles Times que cubre el sureste californiano. “Conocen su forma de lanzar, su victoria en la Serie Mundial, sus grandes lentes y todo eso. También reconocen su voz por las transmisiones de los Dodgers en español”.
“Para mi generación, hablo de la Generación X, los hijos de mexicanos inmigrantes que crecieron en el sureste de California en la década de 1980, no es un mito, es un héroe”, dijo Arellano, hijo de inmigrantes mexicanos. “Fue un mexicano que destruyó a la competencia. Los padres querían que sus hijos fueran los próximos Valenzuela y todos nosotros, lo niños, imitábamos su manera de lanzar, viendo hacia el cielo, con las manos en el aire y todo eso. Era uno de nosotros y queríamos ser como él”.
EL “TIRABUZÓN”
Valenzuela no fue el primer lanzador en tirar el lanzamiento de tirabuzón (screwball). Un célebre miembro del Salón de la Fama, Christy Mathewson, tenía un pitcheo que se “desvanecía” a principios de la primera década del siglo XX, y otro residente de Cooperstown, Carl Hubbell, quien lanzó por 16 temporadas comenzando en 1928, tiraba un envío similar. El Salón de la Fama Warren Spahn, Tug McGraw y el ex lanzador de los Dodgers, Mike Marshall, también lanzaban tirabuzones.
El screwball es básicamente una curva en reverso con la que el pitcher trabaja básicamente a la misma velocidad como si estuviese tirando su recta. Le funcionó al zurdo Valenzuela porque el pitcheo rompía hacia el cuerpo de los bateadores zurdos y se alejaba de los derechos, mientras que un pitcheo rompiente tradicional hace lo opuesto. El tirabuzón es difícil de aprender, todavía más complicado de lanzar y bien riesgoso para la salud por toda la presión que se pone en el brazo. También es un pitcheo efectivo, especialmente si se mezcla con un arsenal como el que tenía Valenzuela.
El lanzamiento siempre ha sido cuestión de riesgo y recompensa, con más riesgo, pero Fernando sabía exactamente cómo manejarlo.
Orel Hershiser
Valenzuela, de hecho, tiraba tres tirabuzones, y usaba cada uno de ellos dependiendo de la situación. La que se caía derecho en la zona de strike era la mejor contra los bateadores disciplinados. La que rompía de lado a lado afuera de la zona de strike era la adecuada contra los toleteros que solían hacer mucho swing. Fernando también tira una más lenta que probablemente se quedaba mucho tiempo sobre el plato, pero igual le servía para mantener desbalanceados a los bateadores cuando la mezclaba con sus otros pitcheos.
“Mi slider no era muy buena. Tenía una recta y una curva que era buena, pero quizás un screwball, un pitcheo que se mueve en la dirección opuesta de la curva, podía ayudar”, dijo Valenzuela. “Casi siempre es más fácil para un pitcher zurdo tirar ese tipo de pitcheos”.
Bobby Castillo, lanzador de los Dodgers, le enseñó a Valenzuela a tirar el lanzamiento de tirabuzón en el invierno de 1979 por petición del legendario scout cubano Mike Brito, quien los firmó a los dos. Menos de un año después, Valenzuela hizo su debut en las Grandes Ligas. En 1981, nació la Fernandomanía.
“Es un pitcheo que las organizaciones reamente ya no quieren enseñar más”, dijo el comentarista de los Dodgers, Orel Hershiser, compañero de equipo de Valenzuela en Los Ángeles entre 1983 y 1990. Si un pitcher lo tenía o parecía que podía desarrollarlo, los Dodgers eran un poco más dados a experimentar en aquel entonces lo que lo respecto a los pitchers. Siempre ha sido un lanzamiento riesgoso, pero Fernando sabía exactamente lo que estaba haciendo”.
CONECTANDO CULTURAS
Los Ángeles estaba cambiando mucho cuando la Fernandomanía estalló en 1981. La ciudad estaba celebrando su 200mo aniversario y la población latina creciendo y creciendo. El amplio y controversial debate sobre el aumento de la inmigración latina sirvió como telón de fondo mientras el sentimiento antimexicano, en algunos casos poniendo en contra a mexicoamericanos y personas nacidas en México que acababan de llegar, estaba en ascenso. En el verano de 1981, el recién electo presidente de Estados Unidos y ex gobernador de California, Ronald Regan, emitió la Declaración sobre la Política de Refugiados e Inmigración de Estados Unidos. Cinco años después, firmó la Ley de Control y Reforma de la Inmigración de 1986.
“A principios de los 80, todavía seguía esta tremenda ola migratoria de México que trajo a mis padres, a todos mis amigos, y a los padres de mis amigos”, dijo Arellano. “Había todos estos problemas en el sur de California, donde dominaba la cultura blanca, porque la gente estaba diciendo, ‘Bueno, esto será cultura mexicana en las próximas dos décadas, ¿qué vamos a hacer al respecto? Así que, Fernando, de distintas maneras, aunque nunca tuvo que decirlo, fue un puesto para dejarle saber a los estadounidenses que ‘Miren, todo va a estar bien. Estos mexicanos son como ustedes. Quieren jugar para los Dodgers, ser fanáticos de los Dodgers y los Dodgers están ganando por un mexicano’. No estoy diciendo que Fernando curó todo el racismo en el sur de California, pero definitivamente fue un puesto para dejarle saber a la gente que éramos gente buena”.
Los Dodgers se movieron de Brooklyn a Los Ángeles después de la temporada de 1957 y jugaron sus primeras cuatro temporadas en el Coliseo de Los Ángeles. La larga relación del equipo con las comunidades mexicanas y mexicoamericanas es compleja. Los Dodgers fueron uno de los primeros equipos en buscar con un vínculo con la audiencia latina con transmisiones en español. El propietario del club, Walter O’Malley, hablaba sin tapujos de sus ganas de encontrar un “Sandy Koufax mexicano”.
La historia del equipo con Chávez Ravine, la zona en la que se construyó Dodger Stadium, está bien documentada.
En su libro, “Stealing Home”, Eric Nusbaum detalla como el equipo terminó con Dodger Stadium, específicamente como tres vecindarios mexicanos – Palo Verde, La Loma y Bishop – fueron destruidos para abrir paso a un proyecto residencial que fue cancelado luego en medio de la histeria por la supuesta propagación del comunismo y la especulación del mercado de bienes raíces. Unas pocas familias se rehusaron a abandonar sus hogares, incluso luego de que la ciudad le vendiera el terreno a O’Malley para hacer el estadio. Aquello terminó en un violento conflicto entre una familia, los Aréchigas, y la policía del condado de L.A. en 1959.
Tres años después, Dodgers Stadium abrió sus puertas el 10 de abril de 1962 sobre aquella misma tierra.
“No te puede gustar lo que pasó en Chávez Ravine e igual amar a los Dodgers”, dijo Arellano, que también enseña Estudios Chicanos en Cal State Fullerton.
Algo es seguro: Valenzuela rompió barreras. Es parte de un grupo de jugadores a quienes se les consideraba forasteros y que cambiaron el panorama del juego al entrar.
Las gestas de Valenzuela atrajeron a miembros de todas las comunidades de Los Ángeles al parque de pelota, incluyendo algunos pocos fanáticos bien poco probables: aquellos desplazados por la construcción de Dodger Stadium. Sin embargo, su presencia no hizo olvidar las cosas negativas ocurridas incluso antes de su nacimiento. Muchas de las familias impactadas todavía se rehúsan a ir a Dodger Stadium.
“Fernando era una persona y obviamente fue un éxito masivo, y efectivamente llegó a muchos mexicoamericanos al parque, pero no es como si de un golpe cada persona de esas comunidades dijo, ‘Gracias a Fernando, vamos a cambiar nuestros sentimientos e ir a juegos de los Dodgers’”, dijo Nusbaum. “Es simplemente que lo que estaba haciendo Fernando era demasiado emocionante y mucha gente quería ir a los juegos de los Dodgers”.
La Fernandomanía unió la ciudad, le dio a todos algo por lo que aplaudir juntos”, continuó Nusbaum. “Pero Fernando, que tenía 20 años, no dijo que iba a redimir los viejos pecados cívicos de Los Ángeles, de los constructores, el “Red Scare”, los activistas progresistas y el racismo. Es una responsabilidad ridícula para asignársela a él y es un asunto mucho más complicado que eso”.
Una cosa sí es cierta: Valenzuela rompió barreras. Es parte de un grupo de jugadores que una vez fueron considerados extraños y que cambiaron el panorama del juego con su arribo. La lista empieza con Jackie Robinson para los afroamericanos y también incluye a Hideo Nomo e Ichiro Suzuki para los japoneses, Chan Ho Park para los coreanos, Tony Lazzeri para los italoamericanos y Al Simmons (Szymanski) para los polaco-americanos.
“Lo que la Fernandomanía hizo para los Dodgers fue construir generación tras generación de fanáticos mexicoamericanos”, dijo el historiador oficial de MLB, John Thorn. “La comunidad mexicoamericana siempre ha sido bien grande en Los Ángeles, pero no estaba vinculada con los Dodgers cuando llegaron desde Brooklyn. No creo que sea exagerado decir que, para las comunidades mexicoamericanas, Valenzuela fue un héroe como Hank Greenberg lo fue para los Judíos. Hizo que todo el mundo se sintiera más importante y bienvenido. Iban al estadio a verlo a él”.
Lyle Spencer, que cubrió a los Dodgers para el Herald Examiner de Los Ángeles entre 1977 y 1981, trabajó como tutor de inglés de Valenzuela durante el Spring Training de 1981. El reportero hablaba español y si bien las lecciones de inglés se extendieron por pocas semanas, se construyó una buena relación que todavía mantienen. Spencer, que creció en el sur de California, vio como Valenzuela se transformaba de un joven reservado a un fenómeno mundial. Y vio a una ciudad entera lo acogía.
“Cuando comencé a cubrir a los Dodgers en los años 70, estimo que quizás el 10% del público era latino”., dijo Spencer, cuya carrera de 47 años incluyó paradas en California, Colorado, Nueva York, Texas y MLB.com. “Y llegó Fernando y de un golpe los latinos se identificaron con él. Fue algo inmediato y muy poderoso. Y se ha mantenido, al punto de que realmente creo que la mitad del público que asiste ahora a Dodger Stadium son latinos”.
POSTEMPORADA PARA EL RECUERDO
Tras liderar la liga en aperturas, blanqueadas, entradas lanzadas y ponches en una temporada que le valió el Premio Cy Young y la condición de Novato del Año, Fernando Valenzuela no había terminado de dejar su huella en la campaña de 1981 de los Dodgers.
Para nada.
La sensación mexicana continuó su dominio en la postemporada, la más larga para ese entonces debido a la huelga de aquel verano. Valenzuela hizo cinco aperturas en octubre, dos de las cuales fueron con los Dodgers enfrentando la eliminación.
Valenzuela dio la cara para el campeonato de los Dodgers
Ninguna de las presentaciones sería más recordada que el Juego 3 de la Serie Mundial en el Dodger Stadium, con Los Ángeles abajo 0-2 en el Clásico de Otoño. No era un partido de eliminación, pero un partido más que crucial. Los tambaleantes tres innings de Fernando, la decisión del manager Tommy Lasorda y la valiente actuación de Fernando sin su mejor material fue un último acto espectacular de la Fernandomanía en 1981. Y cambió el rumbo de la Serie Mundial a favor de los Dodgers.
¿SALÓN DE LA FAMA?
Valenzuela es miembro del Salón de la Fama del Béisbol Mexicano, del Salón de la Fama del Béisbol del Caribe y del Salón de la Fama del Deporte de California. También obtuvo el Premio Nacional del Deportee en México, el galardón deportivo más importante en México, en noviembre pasado. Múltiples implementos utilizados durante su ilustre carrera se encuentran en el Salón de la Fama de Cooperstown, pero no ha sido exaltado.
No está claro si eso ocurrirá algún día.
“El legado de Fernando, para mí, es similar al del cubano Minnie Miñoso, otro pionero”, dijo Thorn. “Los dos son dos merecedores candidatos para el Salón de la Fama si no se utilizan sólo estadísticas como criterio. Son héroes étnicos. Héroes culturales. Valenzuela no es el primer mexicano o el primero mexicoamericano que llegó a las Grandes Ligas. Hubo mexicanos que llegaron a los Mayores en los años 30, pero lo que hace distinto a Fernando fueron las peculiares circunstancias en las que los Dodgers de Brooklyn llegaron a Los Ángeles y lo que él representó para la gente allí”.
Valenzuela recibió el 6.2% de los votos de la Asociación de Escritores de Béisbol de Estados Unidos en su primer año de elegibilidad en el 2003 y salió de la boleta tras conseguir sólo el 3.8% de apoyo en el 2004. Su próxima oportunidad para ser exaltado será cuando se reúna el Comité de la Era Moderna – un grupo de 16 miembros integrados por jugadores del Salón de la Fama, directivos y experimentados miembros de los medios de comunicación – en el año 2023 para la exaltación del 2024.
“Nunca consiguió suficiente apoyo”, dijo Spencer. “Yo siempre he visto al Salón de la Fama de una forma distinta a la de la mayoría de los votantes. Para mí, se trata de lo que hiciste por el juego y cómo impactaste el deporte. Hay ciertos peloteros que, para mí, causaron un impacto que va mucho más allá de cualquier análisis numérico o criterios estándar que usan la mayoría de los votantes. Sus números sin bien impresionantes, en mi opinión, pero no lanzó lo suficiente y ese para mí es su única desventaja”.
Una alta cantidad de lanzamientos en una época en la que a nadie le importaba cuántos pitcheos hacía un pitcher, cientos de innings lanzadores cada año cuando ese tipo de carga de trabajo era la norma, y el estrés creado sobre su hombro al tirar constantemente su screwball abreviaron la carrera de Valenzuela y ultimadamente truncaron su candidatura al Salón de la Fama. Nunca se quejó de los dolores y las molestias, algo que también tuvo un impacto en sus opciones. En un punto, el zurdo hizo 255 aperturas consecutivas antes de entrar por primera vez a la lista de lesionados en 1988 debido a problemas en el hombro, algo que terminó costándole dos meses de temporada y la posibilidad de lanzar en otra Serie Mundial.
“Hay pitchers que tiraban ese pitcheo de tirabuzón bien duro y ellos son los que terminaron con problemas en el brazo”, dijo Thorn. “Fernando, que no tenía una recta muy fuerte, conseguía muchos ponches por el screwball y porque además lo lanzaba duro. Tirar ese pitcheo una y otra vez puede traer consecuencias”.
Valenzuela, de cualquier manera, tiene un interesante caso para el Salón de la Fama. Durante sus seis mejores temporadas, entre 1981 y 1986, dejó 2.97 de EFE en 1,537 innings con 84 juegos completos y 26 blanqueos. Tuvo 118 de EFE+ y 288 de FIP con 33.5 de WAR. En comparación, el WAR de Koufax durante sus mejores siete años fue de 46. Valenzuela también lanzó 251 innings en 1987.
Valenzuela se retiró con 41.5 de WAR, 3.54 de EFE, 2,930 innings lanzados, 2,074 ponches y 1.32 de WHIP. Tiró 113 juegos completos, incluyendo 31 blanqueos.
“Yo he pasado 20 años tratando de argumentar a favor de estándares basados en lo hecho en el terreno para el Salón de la Fama y utilizando estadísticas avanzadas para tratar de dejar a un lado algunas de las superficialidades y pienso que está claro que cuando uno ve a Fernando Valenzuela, es uno de numerosos pitchers que caen en ese terreno de ‘qué pudo haber sido’”, dijo Jay Jaffe, escritor de FanGraphs y autor del libro “The Cooperstown Casebook: Who's in the Baseball Hall of Fame, Who Should Be In”. “Empezó su carrera con mucha fuerza, probablemente también porque lanzó demasiado, pero eso dista de ser algo único, porque podemos hablar de docenas de otros ganadores del Cy Young que nunca volvieron a alcanzar ese nivel”.
Los únicos zurdos en el Salón de la Fama con una efectividad tan alta como la de Valenzuela son Herb Pennock (3.60), cuya carrera comenzó en 1912, y Tom Glavine (3.54), que lanzó en la época de los esteroides. De los 15 lanzadores zurdos en Cooperstown, sólo Lefty Gómez (2,503) y Koufax (2,2324.1) tiraron menos innings que Valenzuela. El único zurdo en el Salón de la Fama con un WAR menor al de Fernando es Rube Marquard (32.5), que empezó a lanzar en 1908.
Pero incluso Jaffe, un veterano periodista que se basa principalmente en los números a la hora de argumentar sobre el caso de un jugador para el Salón de la Fama, tiene a Valenzuela en un lugar especial. Su familia ha sido siempre fanática de los Dodgers desde los días de su abuelo en Brooklyn. En 1981, cuando tenía apenas 11 años, Jaffe solía recortar los box scores de los juegos de Valenzuela en el periódico y pegarlos en un cuaderno. Cuarenta años después, todavía los conserva.
“Estoy abierto a la idea de que el béisbol debería reconocer a más estas figuras culturales en el Salón de la Fama”, acotó Jaffe. “Se puede argumentar que hay varios pioneros modernos que ayudaron a abrir las puertas del béisbol en distintas formas y que deberían ser miembros del Salón de la Fama”.
EL LEGADO
Ningún jugador utilizó el Nro. 34 de Valenzuela desde que fue dejado en libertad por el equipo en 1991, y su número fue retirado por los Dodgers en el 2003.
“Es irremplazable. Cuando piensas en nuestra historia particular, de la que estamos tan orgullosos y de la que hablamos todos los días, no puedes hacerlo sin mencionar el impacto de Fernando”, dijo el presidente de los Dodgers, Stan Kasten. “Tenemos a Jackie Robinson, y todos conocemos su estatus en la cultura popular. Luego tenemos a Sandy Koufax, que convirtió en un ícono para los emigrantes del este de Europa que estaban tratando de asimilarse a Estados Unidos en aquel momento. Y luego la próxima ola fue Fernando, que capturó la atención de todos los fanáticos hispanos”.
Los otros números retirados por los Dodgers son los de Peewee Reese (Nro. 1), el manager Tommy Lasorda (Nro. 2), Duke Snider (Nro. 4), Don Sutton (Nro. 20), el manager Walter Alston (Nro. 24), Sandy Koufax (Nro. 32), Roy Campanella (Nro. 39), Jackie Robinson (Nro. 42) y Don Drysdale (Nro. 53). La única excepción es Jim Gilliam (Nro. 19), el coach de primera base del equipo que falleció antes de iniciarse la Serie Mundial de 1978.
Lo usé como cualquier otro número. Cuando llegué en 1989, estaba en mi casillero. Me asignaron ese número. … Si alguien más que lo puede usar, eso no es problema. Los números están ahí para usarse.
En el 2019, Valenzuela se unió a Don Newcombe y Garvey como parte del primer grupo de Leyendas de los Dodgers, en reconocimiento por su impacto en la franquicia dentro y fuera del terreno. Los honrados tienen una placa exhibida permanentemente en Dodger Stadium.
“Hemos tenido tantos jugadores grandiosos que si tratamos de retirar los números de todos que tienen méritos entonces tendríamos que usar tres dígitos en nuestros uniformes”, acotó Kasten. “Mucho antes de que llegáramos aquí, establecieron una forma de proceder, con la que estoy de acuerdo, y es que vamos a retirar sólo números de jugadores que están en el Salón de la Fama. ¿Pero cómo podemos honrar a tantos otros jugadores grandiosos? Creamos esta nueva categoría de peloteros, llamados Leyendas de los Dodgers, en nuestra nueva plaza detrás del jardín central. Fernando estuvo en el grupo inaugural por el impacto que tuvo y sigue teniendo entre nuestros fanáticos”.
¿Se retirará algún día el número 34 de Fernando?
En su país natal, la Liga Mexicana de Béisbol retiró el Nro. 34 de Valenzuela en el 2019. Cinco años antes, una estatua de Valenzuela fue erigida en la entrada del Estadio de Béisbol Charros de Jalisco in Guadalajara.
Todas esas cosas los enorgullecen, pero Valenzuela le resta importancia a sus logros, y ciertamente no está en campaña buscando reconocimiento. Está en paz con su legado y su lugar en la historia del béisbol. El legendario movimiento nació hace 40 años lo ha convertido en un inmortal.
Viva la Fernandomanía. Larga vida a la Fernandomanía.
“Siempre me preguntan cuál es la situación, con todo eso de Cooperstown”, dijo Fernando. “Yo les digo, ‘Miren, para mí, el afecto y que la gente reconozca lo que he logrado es más importante que estar en el Salón de la Fama. Lo he dicho desde el principio y lo sigo creyendo. Mucha gente aprecia lo que hice y eso es algo que siempre voy a recordar. Ese apoyo siempre estuvo ahí. Cuarenta años después, las memorías todavía están ahí”.