Vera y Roberto: Una historia de amor eterno
[Esta nota fue publicada en LasMayores.com en septiembre del 2020.]
Los últimos meses de la vida de Vera Clemente estuvieron llenos de bellas imágenes y vívidos sueños.
Su esposo Roberto Clemente era una presencia constante en estas visiones, les decía ella a otras personas. Él la recogía en su nuevo Cadillac y manejaban por Puerto Rico, así como en los viejos tiempos. Se sonreían el uno al otro mientras pasaban por calles inmaculadas y jardines perfectamente cortados. Vera también hablaba de edificios modernos e inmaculados diamantes de béisbol.
Se sentía como en el cielo.
“Yo recuerdo que le decía a mamá que los sueños me parecían fantásticos y que lo que estás describiendo es lo que queremos en el futuro para la Ciudad Deportiva Roberto Clemente, pero que el único problema es que estás en el carro con papá”, dijo Luis Clemente, el segundo de los tres hijos de la pareja. “Él te está recogiendo y llevándote con él. Ésa es la parte que me preocupa. Ella lo que hacía era sonreír y decirme que no me preocupara, porque mientras estuviera con papá todo era perfecto”.
El Día de Roberto Clemente, establecido por Major League Baseball para rendir tributo al legado del miembro del Salón de la Fama como altruista y jugador, se celebra cada 9 de septiembre. Este año, los Clemente han decidido honrar a la ya fallecida matriarca de la familia, Vera Clemente, quien murió el 16 de noviembre del 2019 a los 78 años.
“Es muy conmovedor tener un Día de Clemente sin ella”, reconoció Luis. “No se puede contar la historia de Roberto sin Vera. Ella merece ser reconocida y que también se honré su legado, al igual que el de papá”.
Vera Cristina Zabala nació el 6 de marzo de 1941 en Carolina, Puerto Rico, hija de Flor Manuel Zabala y Marcia Serrano. La tercera de cuatro hijos, Vera pasó la mayor parte de su adolescencia trabajando como voluntaria en la comunidad y participando en programas de liderazgo durante sus años en la escuela. Daba clases de religión y siempre hacía énfasis en ser un buen ciudadano. Quería que el mundo fuese un mejor lugar.
Su trabajo de voluntariado y dedicación a la comunidad fueron un anticipo del tipo de vida que iba a llevar.
“No había nada que hiciese sentir más feliz a mamá que dejar un impacto en la vida de los jóvenes”, dijo Luis. “Le salía siempre del corazón. Algunas veces, yo le preguntaba por qué hacía tanto por los demás. ¿Por qué sacrificaba todo su tiempo, energía y recursos ayudando a otros? Decía que era su misión. Es que así era ella”.
Roberto, convocado 15 veces al Juego de Estrellas, brilló en el terreno y siempre se pronunció contra las injusticias que encontraba fuera del mismo. Detrás de escenas, Vera viajó alrededor del mundo apoyando causas como la educación, los derechos civiles y obras sociales. Tenían previsto seguir ayudando juntos, pero esos planes cambiaron cuando Roberto murió en un accidente aéreo el 31 de diciembre de 1972 cerca de la costa de Puerto Rico. Iba camino a llevar suministros a Nicaragua, que acababa de ser azotada por un terremoto.
No había nada que hiciese sentir más feliz a mamá que dejar un impacto en la vida de los jóvenes
Luis Clemente
Vera siguió caminando y trabajando sola. Fue quien más empujó para la creación del complejo Ciudad Deportiva Roberto Clemente y la Fundación Roberto Clemente, junto a muchas otras iniciativas a nombre de la familia. Fue ella quien sirvió de vínculo entre el pasado y el presente, el puente original de los Clemente.
“La luz de papá era tan brillante, que hubiese eclipsado a cualquiera”, dijo Luis. “Pero ella también era extraordinaria a su propia manera. Era muy especial y la gente veía eso”.
Vera recibió la Medalla de Oro del Congreso de los Estados Unidos de manos del Presidente Richard Nixon, a nombre del recuerdo de Roberto en 1973. Treinta años después, aceptó la Medalla de la Libertad de manos del presidente George W. Bush en la Casa Blanca. En medio de esos dos momentos y en los años que siguieron, Vera fue miembro de la directiva de numerosas organizaciones caritativas, escuelas, hospitales y ligas. En 1998, fue nombrada capitana de la Liga Nacional para el Juego de Estrellas en Colorado.
“Mamá era alguien a quien le gustaba hacer muchas cosas. Todo el mundo la quería y ella hacía todo con tenacidad, pero también con mucho amor”, dijo Enrique Clemente, el hijo menor de la pareja, a MLB.com en una entrevista vía correo electrónico. “Lo que logró me hace sentir bien orgulloso porque siempre iba más allá en las cosas que se proponía. De hecho, ésa era una de sus frases favoritas: “Siempre tienes que dar de más”.
En el 2007, Vera recibió el premio “The Beacon of Hope” de Major League Baseball durante el primer Juego de los Derechos Civiles. Dos años después, fue nombrada como Embajadora de Buena Voluntad por MLB.
Era conocida por ir personalmente a la entrega anual del Premio Roberto Clemente durante la Serie Mundial. Y cada vez iluminaba el salón con su sonrisa. El prestigioso premio, que reconoce al jugador que mejor ejemplifica el juego de béisbol, la deportividad, el trabajo comunitario y el aporte individual a su equipo, fue nombrado en honor de Roberto en 1973.
En el 2019, Vera estaba demasiado enferma para viajar al Nationals Park durante la Serie Mundial y entregarle el premio al lanzador venezolano de los Indios, Carlos Carrasco. Falleció tres semanas después en un hospital de San Juan, debido a complicaciones como consecuencia de un cáncer.
“Los puertorriqueños, incluyéndome, ven a Vera Clemente como una extensión de Roberto”, dijo el exligamayorista Carlos Delgado, quien ganó el Premio Roberto Clemente en el 2006. “Mantuvo vivo su lado y además creó el suyo. Los extrañamos a ambos. Cuando ves a Roberto hijo y a Luis entregando el premio, sin ella allí, sientes el impacto y entiendes que hay algo que falta”.
Amor a primera vista
Vera estaba caminando desde su trabajo en un banco a una tienda cercana cuando Roberto la vio por primera vez. Él también iba caminando en la misma dirección.
Era el otoño de 1963. Roberto, quien ya era una estrella en Pittsburgh y había ganado una Serie Mundial, decidió entrar a la misma farmacia a la que se dirigía Vera. Estaba sentado en la entrada, fingiendo leer el periódico, cuando apareció ella. Se hizo el sorprendido al verla llegar.
“Papá le dijo a mamá que era amigo del dueño de la farmacia y que podía ayudarla con cualquier cosa que quisiera”, recordó Luis. “Le preguntó su nombre, quién era su familia y otro montón de cosas ahí mismo. Mamá estaba en silencio. Dijo que su nombre era Vera y nada más. Ella sabía quién era él, pero mamá era muy reservada”.
Roberto quería saber todo sobre la mujer que acababa de conocer, así que bombardeó con preguntas al dueño de la tienda una vez ellá salió por la puerta.
“Es Vera Cristina Zabala y sus padres son bien estrictos”, le dijo a Roberto el dueño de la tienda. “Nadie puede verla, Roberto. Va a su trabajo y a almorzar algunas veces. Y después directo a la casa. ¿De verdad estás seguro de lo haces?”
Roberto jamás había estado tan seguro de nada en su vida.
Esa noche, les dijo a sus padres que había conocido a la mujer con la que se iba a casar. Sólo había escuchado su nombre un par de veces y no sabía mucho de ella, más allá de que vivía cerca de la casa de una de sus tías. Pero ella era la elegida.
Encontrar el amor de su vida fue fácil. La parte complicada fue convencer al padre de Vera, Flor Manuel, a dejar que ella saliera con él. Cuando Vera finalmente accedió a salir con él, Roberto le pidió a un primo que lo llevara a la casa de Vera porque no estaba seguro de cómo lo iba a recibir el padre. No quería que Flor Manuel supiese qué carro manejaba en caso de que la reunión saliera mal.
Durante la próxima hora, Roberto trató de ganarse a su futuro suegro. Sonrió e hizo bromas, pero el padre de Vera seguía con el rostro serio. Roberto entonces le pidió permiso a Flor Manuel para salir con su hija.
“Según cuenta la historia, mi abuelo le dijo, “Escúcheme, vamos a ir al grano de una vez’”, dijo Luis. “Yo no sé qué hace usted aquí. Usted es famoso. Tiene dinero. Puede ir a dónde quiera y conseguir a la mujer que quiera. No sé por qué está usted en mi casa”.
La respuesta de Roberto fue honesta y se convirtió en una leyenda en la casa de los Clemente.
“Sí, soy famoso como dice usted, y sí, estoy ganando buen dinero y todo eso”, respondió Roberto. “Pero la mujer que amo vive aquí. Por eso estoy aquí. No me voy a ningún lado”.
Impresionado con su respuesta, Flor Manuel puso las reglas para que pudiera salir con su hija. La nueva pareja se veía sólo en horas determinadas y en días específicos. Si Flor Manuel los atrapaba juntos fuera de esos parámetros, le prohibiría verlo de nuevo. Los hombres se pusieron de acuerdo y se dieron la mano. Pero seguía existiendo un pequeño problema: El carro de Roberto estaba estacionado en su casa a unas cuantas millas, y su primo nunca fue a buscarlo.
Sí, soy famoso como dice usted, y sí, estoy ganando buen dinero y todo eso. Pero la mujer que amo vive aquí. Por eso estoy aquí. No me voy a ningún lado.
Roberto Clemente
Roberto no iba a caminar de regreso a casa luego de convencer al papá de Vera de que sería un buen partido y un potencial marido para su hija. Salir de la casa corriendo tampoco era una opción; sería peor. Al final, Flor Manuel de mala gana lo llevó a su casa. Con Vera sentada al lado de su padre en el asiento de adelante, Roberto se sentó atrás, intercambiando miradas por el retrovisor.
“Sólo me imagino a mi papá atrás riéndose y celebrando”, dijo Luis. “Ese día, supo que su vida había cambiado para mejor”.
Cerca de un año después, el 14 de noviembre de 1964, la pareja contrajo matrimonio. Roberto Clemente Jr. nació al próximo año y Luis Roberto Clemente al siguiente en 1966. Roberto Enrique Clemente llegó en 1969.
“Sencillamente eran perfectos el uno para el otro”, resumió Luis. “Muchas veces, sin hablar, ya sabían lo que el otro estaba pensando. Él comenzaba frases y ella las terminaba. Se reían porque sabían exactamente lo que el otro estaba pensando. Tenían la misma mente y corazón. Se amaban mucho entre ellos y a las demás personas. La gente los amaba a ellos también”.
La casa de la familia Clemente se ubica en las afueras de San Juan, en el vecindario de Río Piedras. Puedes ver el Océano Atlántico y el Aeropuerto Internacional Luis Muñoz en el horizonte, desde el patio trasero. En el jardín hay un diseño de un guante blanco con un bate y una pelota con el número 21 tallado en piedra, que puede verse a millas de distancia.
“He conocido a gente de todas partes del mundo y me dicen que es un placer conocerme, pero que ya conocían a mi mamá”, dijo Roberto Clemente Jr. “Me muestran fotos estando en mi casa junto a mi mamá. Ella tenía esa dulzura que hace que sientas que la conoces de toda la vida. Te arropaba con ese calor, y todo el que la conocía sentía lo mismo”.
Los logros de Vera la separan del resto. Su amabilidad y fe la definieron. Crio a tres hijos prácticamente sola. Les enseñó lo que es bueno y malo y que el amor siempre debe ser lo principal. Durante años, mantuvo la ropa de Roberto doblada en el armario. Los muchachos veían los videos de su padre en la televisión y aprendían de lo que decía en las entrevistas.
Te arropaba con ese calor, y todo el que la conocía sentía lo mismo.
Roberto Clemente Jr.
“Tenía fe en que un día en el futuro, ella y mi papá estarían nuevamente juntos, y así fue cómo vivió”, dijo Luis. “Decía que el certificado de defunción de mi papá decía “presuntamente muerto”, porque buscaron y nunca consiguieron el cuerpo. Creo que eso tuvo mucho que ver con lo que ella sentía acerca de su fallecimiento. Él siempre estuvo con ella y ella nos educó para comprender su presencia en el mundo ".
Cada hijo lidió con el fallecimiento de su padre de diferentes maneras. Luis ingresó de lleno en los esfuerzos caritativos de la familia y encontró la manera de llevar la pérdida intentando que el nombre de su padre quedara inmortalizado en cada faceta de la vida en Puerto Rico. Enrique “Ricky” dejó de volar en avión por 21 años y renunció al béisbol porque no quería subirse a un avión. El introvertido de la familia, Enrique sigue huyéndoles a las entrevistas. Roberto Jr. dijo que en varias ocasiones que sintió que se encontraba en búsqueda de una figura paterna. Encontró a un amigo que podía relacionarse con su tragedia, John F. Kennedy Jr., quien también falleció en un accidente aéreo en 1999. Roberto Jr., quien jugó en las ligas menores y transmitió juegos en español, más tarde encontró la salvación en la religión y el ministerio.
Los tres hermanos están envueltos en seguir el trabajo de sus padres.
“Cuando la mayoría de las personas pierde a un miembro de la familia, lloras y realmente lo extrañas, pero poco a poco empiezas a recuperarte y entiendes el proceso”, dijo Luis. “En nuestro caso, escuchas su nombre constantemente en la radio y la televisión. Ves una calle o una ciudad con su nombre, así que el proceso de luto fue un poco diferente. Tienes que internalizarla de otra manera. Seguimos manejando la pérdida de nuestros padres. Mamá pudo estar todos estos años por el amor y la fe que le tenía a papá”.
Vera pasó sus últimos días rodeada de su familia en un modesto cuarto de un hospital de San Juan. Falleció dos días después del día en que hubiese sido su 55to aniversario de casada con Roberto.
Su funeral fue en el Coliseo Roberto Clemente en San Juan, cerca de la concurrida plaza y justo al otro lado del estadio Hiram Bithorn, donde solía jugar Roberto.
La familia describió el momento de su muerte como un "acto final de gracia".
“El año 2020 la hubiese lastimado mucho”, dijo Roberto Jr. “El dolor de ver lo que este año le ha traído a la sociedad y a la gente de Puerto Rico, con el virus, los terremotos y la situación social actual la hubiese devastado. Pero nos sentimos bien sabiendo que ella sembró las semillas del amor y compasión en la gente. Esas personas mostrarán su buena voluntad y servirán como un recordatorio de quiénes debemos ser para la humanidad ".