El impacto de Pete Reiser en Grandes Ligas
Los sacerdotes convocados al clubhouse de los Dodgers de Brooklyn observaban al jardinero inconsciente frente a ellos.
Era el 4 de julio de 1947, y Pete Reiser parecía estar en el umbral de la muerte. Había chocado con el muro del jardín central con tanta velocidad y tanta fuerza que dejó a todos los presentes en el Ebbets Field sin aliento. Aun tratándose de “Pistol Pete” -- el apodo que Reiser se había ganado con su estilo bulldog de jugar béisbol que causó que se rompiera la cabeza contra muros de concretos, cayera en una zanja y se fracturara una pierna deslizándose -- esta lesión preocupaba.
En el sexto inning del triunfo de los Dodgers por 9-4 sobre los Piratas, Reiser había ido en busca de una bola salida del bate de Culley Rikard. Ignorando los gritos de “¡Cuidado!” del público, Reiser iba dirigía a todo motor hacia el muro, alzó el guante e hizo la atrapada antes de estrellarse contra la barrera.
Reiser cayó al suelo, sangrando de la cabeza. Su compañero de equipo, Dixie Walker, estaba arrodillado junto a él, su uniforme blanco eventualmente manchado de rojo. El médico del equipo, Dominick Rossi, llegó a la escena, inspeccionando el resultado mientras Reiser permanecía inmóvil. Como era incómodamente común durante su carrera plagado por lesiones, Reiser fue colocado en una camilla y sacado del terreno.
“Ebbets Field,” escribió Carl Lundquist de United Press ese día “era como un cementerio”.
Así fue, hasta que el partido se reanudó, y el público se percató de un cambio en la pizarra. Lo que había parecido ser un jonrón dentro del parque que le había permitido a Rickard trotar hasta el plato, fue cambiado a un out luego de que un umpire vio al jardinero lesionado.
De alguna manera, Reiser había sostenido la pelota.
Esta es la esencia de la historia de Pistol Pete, quien se jugaba la vida por salvar un juego. Algunos dicen que hubiese sido un Salón de la Fama. Era guapo, popular, productivo y hasta ambidiestro. Tenía buen ojo, un gran brazo, y velocidad arrasadora. De haber logrado mantenerse en salud, quizás hubiese podido unir fuerzas con Jackie Robinson (quien dos meses antes de que Reiser se estrellara contra la pared se había convertido en el primer jugador afroamericano en las Mayores), para posiblemente convertirse algunas de las cuatro derrotas de los Dodgers en Series Mundiales en los años 40 y 50, en victorias.
Pero el talento de Reiser estuvo acompañado por el desenfreno y ambición con la que se paraba cerca del plato, chocaba con compañeros y objetos inánimes y regresaba demasiado pronto tras lesiones grandes.
El 4 de julio de 1947, Reiser estuvo más cerca que nadie de unirse a Ray Chapman, quien falleció tras recibir un bolazo el 16 de agosto de 1920, como los únicos jugadores de Grandes Ligas que han muerto como consecuencia de una lesión sostenida en el terreno de juego.
Luego de que Reiser fuese removido del terreno, dos curas católicos llegaron al clubhouse a rezar sobre él.
Afortunadamente, Pistol Pete sobrevivió, aunque sin memoria de la atrapada. Pero una carrera prometedora que ya tambaleaba por tantas lesiones sufrió otro serio revés. Después de 1947, Reiser no disputó ni 100 juegos en una temporada de Grandes Ligas.
No obstante, Reiser causó un impacto que siente -- a veces de manera literal -- hasta el día de hoy.
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Midiendo 5 pies y 11 pulgadas y pesando 185 libras, Pete Reiser no iba a impresionar a nadie con su tamaño.
Pero siempre se destacó por su esfuerzo, desde que era niño en San Luis durante la era de la Gran Depresión.
Su mayor hermano, Mike, fue firmado por los Yankees tras terminar la escuela secundaria, pero falleció de escarlatina poco después. Estar a la altura de las expectativas de su hermano y continuar su legado se convirtió en la principal motivación de Reiser.
Reiser asistió a una prueba de su equipo local, los Cardenales, cuando tenía 15 años. En ese momento, era demasiado joven para firmar un contrato, pero igual se incorporó al equipo y entrenaba con los jugadores de liga menor. La novena de San Luis lo firmó oficialmente cuando se graduó de la secundaria en 1937.
Pero la carrera de Reiser dio un giro extraño.
Los Cardenales habían almacenado a tantos jugadores jóvenes que el Comisionado Kenesaw Mountain Landis determinó que iba en contra de los intereses del béisbol. Por lo tanto, Landis libro a docenas de jugadores, incluyendo a Reiser, de sus obligaciones con los Cardenales, convirtiéndolos en agentes libres. Pero el gerente general de San Luis, Branch Rickey, no quería perder a Reiser, por lo que hizo un pacto secreto con un ex asociado -- el gerente general de los Dodgers, Larry MacPhail -- bajo el cual Brooklyn firmaría a Reiser y lo dejaría en ligas menores por par de años y luego lo enviaría de regreso a los Cardenales.
Quizás el plan hubiese funcionado, pero Reiser, quien pasó a ser un bateador derecho a un zurdo luego de firmar con los Dodgers para aprovechar más su velocidad, era demasiado talentoso para esconder en ligas menores.
En los entrenamientos primaverales de 1939, el jugador/manager de los Dodgers, Leo Durocher, quien no estaba consciente del arreglo con Rickey, comenzó a decirle a los medios que Reiser sería su campocorto para el Día Inaugural. Rickey se molestó y le reclamó a MacPhail, quien amenazó con botar a Durocher para que desistiera de sus planes de ascender a Pistol Pete.
Por lo tanto, Reiser volvió a la Liga Oriental, donde perdió gran parte de la campaña de 1939 por astillas en el codo de lanzar. En salud en 1940, Reiser bateó .378 en 67 juegos y se volvió imposible justificar dejarlo en las menores. MacPhail sabía que haría el ridículo en la prensa si enviaba a Reiser a San Luis como había acordado. Y Rickey no podía quejarse con la Oficina del Comisionado de que MacPhail había faltado a su palabra tratándose de un acuerdo ilícito.
O quizás MacPhail nunca tuvo intenciones de desprenderse de Reiser.
Para hacer el cuento corto: Reiser se quedó con Brooklyn.
Debutó en la segunda mitad de la temporada del 1940 a los 21 años, y se convirtió en el jugador de banca preferido de Durocher. Luego, en su primera temporada completa, en 1941, dio la impresión de estar encaminado hacia Cooperstown.
Pese a que recibió dos bolazos y chocó con una pared en los jardines por primera vez como ligamayorista, Reiser dejó línea de .343/.406/.558 en 1941. Su promedio, carreras anotadas (117), dobles (39) y triples (17) encabezaron la Liga Nacional. Solamente ha habido cuatro otras ocasiones en la historia de las Ligas Nacional y Americana en la que un jugador ha liderado su liga en esas cuatro categorías, y todos los otros jugadores están en el Salón de la Fama:
Ty Cobb, L.A., 1911
Rogers Hornsby, L.N., 1921
Stan Musial, L.N., 1946 y 1948
A sus 22 años, Reiser fue clave en el primer banderín de la Liga Nacional de los Dodgers desde 1920. El 25 de mayo dio un grand slam dentro del parque. Y Reiser terminó en el segundo lugar detrás de su compañero de equipo, Dolph Camilli, en la votación para el Jugador Más Valioso del Viejo Circuito. Era toda una sensación.
Reiser parecía tenerlo todo.
Pero aparentemente, lo que más necesitaba era una pared acolchonada.
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Cuando los Astros se trasladaron a lo que sería conocido como el Minute Maid Park en el 2000, uno de los elementos distintivos del estadio era “Tal’s Hill”, una cuesta de 30 grados y 90 pies de ancho frente al muro del jardín central, con un palo de bandera, que llevaba el nombre del ex presidente del equipo, Tal Smith.
Desde el principio, se criticó la cuesta como un riesgo de lesión innecesario para los jugadores. Cuando fue removido como parte de una renovación después de la temporada del 2016, pocos lamentaron su partida. Pero en la era de Pete Reiser, ese tipo de obstáculo era bastante común.
“Hay algo de lo que la gente no se percata sobre Pete Reiser”, asegura Joseph, “me refiero a que no tenía ningún tipo de protección en los jardines”. No había una pista de advertencia alrededor de la base de la cerca, y la cerca no está acolchonada, eso sin contar la enredadera que cubría las paredes del Wrigley Field. Por si eso fuera poco, había toda clase de objetos frente a las vallas”.
Y aunque Reiser no era el único jugador dispuesto a estrellarse con la barda para su equipo, hacerlo en aquel tiempo venía con consecuencias mucho más severas que en la actualidad.
Reiser entendió eso por las malas el 19 de julio de 1942, en el Sportsman’s Park de San Luis.
Bateaba .350 y venía de completar una racha de 13 juegos dando de hit, reforzando aún más la creencia de que se estaba desarrollando en uno de los mejores peloteros de su generación. Pero en el 11mo inning del duelo nocturno de una doble cartelera, con el partido empatado 6-6, Reiser corrió hacia la valla del jardín central, evadió por poco el palo de una bandera y se estrelló contra la barda de concreto tras atrapar un elevado de Enos Slaughter.
La bola cayó del guante de un aturdido Reiser, luego la lanzó en dirección del cortador antes de caer al suelo. Mientras Slaughter corría rumbo al plato para darle el triunfo a los Cardenales, Reiser permanecía inmóvil sobre el terreno con sangre emanando de sus orejas. Durocher lo vio y comenzó a llorar.
Tras ser diagnosticado con separación de hombro y una lesión en el cerebro, el médico de los Dodgers le recomendó a Reiser que ya no jugara más esa temporada.
“Eso sí, no me gustan los hospitales”, le dijo Reiser a la revista True en 1958, “entonces, luego de un par de días me quité vendaje y me levanté. El cuarto comenzó a girar, pero me vestí y me fui. Salí de ahí silenciosamente y tomé un tren a Pittsburgh y me fui al estadio”.
Reiser estaba de regreso en el lineup de los Dodgers apenas seis días después de sufrir la conmoción. Nunca volvió a ser el mismo jugador. En sus últimos 48 juegos esa campaña, bateó .244 con .680 de OPS.
“Yo diría que perdí el banderín para nosotros ese año”, declaró Reiser en ese artículo de True. “Me sentía mareado todo el tiempo y no podía ver los elevados”.
Reiser no tuvo mucho tiempo para examinar los efectos de esa lesión sobre su carrera en Grandes Ligas, ya que en 1943 fue reclutado por el Ejército estadounidense como parte del esfuerzo de la Segunda Guerra Mundial. En Fort Riley en Kansas, Reiser contrajo neumonía durante una marcha bajo temperaturas congelantes y casi recibía la baja médica. Pero en cambio, su comandante en jefe lo asignó al equipo de béisbol del campamento, donde jugó por los próximos dos años.
Fue ahí donde Reiser, mientras perseguía un elevado, tuvo que atravesar un “cerco” de arbustos que hacía las veces de barda y cayó dentro de una fosa de drenaje de unos tres metros de profundidad. Sufrió separación de su hombro derecho en ese accidente, entonces cambió de guante y comenzó a tirar a la zurda.
En 1945, un médico del Ejército estadounidense examinó de cerca el expediente clínico de Reiser y no podía creer cómo había recibido luz verde para servir en las fuerzas armadas. Esta vez, Reiser recibió la baja médica y regresó con los Dodgers para la temporada de 1946. Para entonces, el potente brazo del jardinero de 27 años de edad estaba prácticamente muerto, pero todavía podía batear y correr. Terminó liderando MLB con 34 bases robadas ese año, incluyendo siete robos del plato.
Sin embargo, las lesiones no cesaron. Reiser volvió a lastimarse el hombro, se estrelló contra una cerca (de nuevo) e incluso, fuera del terreno, se quemó las manos tratando de encender un horno. Su temporada de 1946 terminó prematuramente cuando se fracturó una pierna en un intento de robo de base.
Spatz, un joven fanático de los Dodgers en aquel entonces, se encuentra entre las pocas personas que aún están con nosotros que vio a Reiser jugar en persona.
“Creo que esperaba ver al Reiser del que se hablaba y escribía tanto”, escribió Spatz en un correo electrónico. “Pero nunca pude verlo conectar un jonrón o estafarse una base. Creo que la mayoría de los aficionados adultos se dieron cuenta de que su mejores años habían quedado en el pasado”.
Cualquier esperanza que quedaba en cuanto a que Reiser podría reclamar su pasado desapareció para siempre en ese fatídico día del 4 de junio de 1947 – el día en que recibió los últimos ritos. Tras ese incidente, Reiser perdió y recuperó la consciencia por varios días y pasó tres semanas en el hospital. Cuando fue dado de alta, viajó con los Dodgers, sólo para chocar con su compañero Clyde King en los jardines durante una práctica en los jardines. Más tarde, sintió un bulto en su cabeza, fue a examinarse y se le descubrió un coágulo que requirió de una operación de emergencia.
De alguna manera, Reiser se la ingenió para disputar 110 juegos esa campaña, y vio acción en cinco partidos de la Serie Mundial de 1947 que los Dodgers perdieron contra los Yankees. Pero pifió dos bolas en los primeros dos cotejos del Clásico de Otoño y se lesionó un tobillo en un intento de estafarse la antesala. Dejó de ser titular por el resto de la serie y por el resto de su carrera.
En su carrera, la cual terminó con Cleveland en 1952, Reiser bateó .295 con .829 de OPS, 58 cuadrangulares, 155 dobles, 41 triples y 368 carreras empujadas. Pero luego están las estadísticas no verificables que no se encuentran en la Enciclopedia del Béisbol. Se dice que Reiser sufrió siete conmociones. Y mientras que probablemente no es preciso que haya sido retirado del terreno de juego en camilla once veces, como lo han publicado muchos medios, ese número quizás no esté lejos de la verdad.
De no haber sido por las lesiones, quizás más personas habrían compartido la opinión de Durocher, quien en su autobiografía, “Nice Guys Finish Last” (“Los Tipos Agradables Terminan de Último”) se encargó de elogiar efusivamente a Reiser.
“Sólo hubo otro jugador comparable con Pete Reiser: Willie Mays”, escribió Durocher, quien fue el primer piloto de Mays con los Gigantes. “Pete tenía más poder que Willie -- tenía poder desde ambos lados del plato. Willie Mays tenía todo. Pete Reiser tenía todo menos suerte. Pete Reiser pudo haber sido el mejor jugador que yo haya visto. Tenía un brazo tan potente como el de Willie, y podía tirar con ambos brazos. ¿Crees que Willie podía correr? ¿Crees que Mickey Mantle podía correr? Nombra al jugador que quieras y Pete Reiser era más rápido”.
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Reiser no estaba consciente del riesgo que estaba tomando con su audaz enfoque del juego.
“Cuando la gente me dice que juego demasiado duro”, dijo Reiser alguna vez, “les digo que esa es la manera en que llegué a Grandes Ligas”.
Reiser, sin embargo, debutó en las Mayores en un estadio local que no encajaba nada en su estilo. Como Joseph lo describe en su libro, debido a que Ebbets Field estaba apiñado en una manzana de la ciudad, su punto más profundo en el bosque central y sus cercas en el jardín derecho e izquierdo tenían una de las distancias más cortas desde el plato en las Mayores. Por lo tanto, Reiser no contaba con el espacio suficiente para trabajar. Y las vallas sin protección, además del portón de metal (en el cual Reiser sufrió una cortada en su espalda tratando de atrapar un elevado) eran prácticamente un peligro latente.
Inspirado en Reiser -- pero demasiado tarde para salvarlo -- Ebbets Field fue uno de los primeros parques en implementar medidas de seguridad que ahora son un estándar en el deporte.
Aunque se cree que el Forbes Field fue el primer estadio que acolchonó sus bardas a finales de 1930 o principios de 1940, Ebbets parece haber sido el segundo. En 1948, meses después de la jugada que casi le causa la muerte a Reiser en Ebbets, el entonces gerente general de los Dodgers, Branch Rickey, ordenó que las vallas de los jardines fueran acondicionadas con hule espuma.
Poco después, franjas de advertencia estrechas fueron instaladas en Ebbets, Wrigley Field, el Braves Field de Boston y el Shibe Park de Filadelfia. Para julio de 1949, las pistas de advertencia de 10 metros se formalizaron en todos los parques de MLB.
La efectividad de las pistas de advertencia, que realmente no son lo suficientemente amplias para advertir propiamente a los jardineros sobre la proximidad de la barda, es debatible. Pero el acolchonamiento de las vallas definitivamente ayuda.
Reiser llegó a dirigir en las menores antes de unirse al cuerpo de instructores del manager de los Dodgers, Walter Alston, en Los Angeles en 1960. Reiser ganó un anillo de Serie Mundial en 1963, y su labor como mentor de Maury Wills fue clave para que Wills se convirtiera en uno de los mejores estafadores de bases del béisbol en ese momento. Reiser también fungió como coach para los Cachorros de Durocher y para los Angelinos.
Reiser falleció debido a una enfermedad respiratoria en 1981, a la edad de 62 años. Ese mismo año, los autores Lawrence Ritter y Donald Honig lo incluyeron en su libro, “The 100 Greatest Baseball Players of All Time”(“Los 100 Jugadores Más Grandes de Todos los Tiempos”) bajo la premisa de que fue uno de los peloteros más talentosos que jamás pisaron un terreno de juego, sin importar cómo las lesiones mermaron su carrera.
Por supuesto, hubo muchos otros -- el cubano José Fernández, Smoky Joe Wood, Herb Score, Grady Sizemore, Eric Davis, Mark Fidrych, J.R. Richard y muchos más -- quienes poseían todos un talento con calibre de Salón de la Fama, pero cuyas carreras fueron truncadas por las lesiones o una tragedia. Pero como Joseph lo describe en su obra, un Reiser saludable habría quedado particularmente bien posicionado para dejar una impresión duradera en el juego.
“No era solamente un extraordinario talento joven”, escribe Joseph. “Estaba determinado a convertirse en una figura central en el pasatiempo nacional. Estaba en el lugar correcto en el momento correcto -- Nueva York, la capital del mundo del béisbol y de los medios, en el comienzo del período más dramático de la larga historia de este deporte”.
¡Qué lástima!, recordamos a Reiser más por haber salido de un juego en camilla que por el extraordinario talento que exhibió en el terreno. Pero podemos pensar en él cada vez que los jardineros se estrellen contra las vallas acolchonadas en búsqueda de atrapar la bola.
La carrera de Pistol Pete murió para que la de otros pudiera vivir.