El lazo Cuba-White Sox, tan fuerte como siempre
José Contreras, José Abreu, Yoán Moncada, Luis Robert, Yonder Alonso y Jon Jay entran a un cuarto de conferencias en el complejo Camelback Ranch un domingo por la mañana durante los entrenamientos primaverales a principios de marzo.
Hay un vínculo formado entre el grupo a través de los White Sox, la organización para la que trabajan, pero estos seis hombres comparten algo más profundo.
Contreras, Abreu, Moncada, Robert y Alonso nacieron en Cuba, pero se abrieron camino hasta llegar a los Estados Unidos. Jay es de ascendencia cubana, pero nació y se crio en los Estados Unidos. Son la conexión cubana de los White Sox.
Todo comenzó, por supuesto, con Orestes “Minnie” Miñoso, uno de los más grandes jugadores en la historia del béisbol que no tiene una placa en el Salón de la Fama. Miñoso, quien en 1951 se convirtió en el primer pelotero negro en jugar con los White Sox y en el primer latino negro en las Grandes Ligas, jugó 12 destacadas temporadas en Chicago. Era toda una personalidad y se le veía constantemente en los predios de los White Sox hasta su muerte el 1ro de marzo del 2015. Fue un amigo y un mentor para Abreu, otra de tantas vidas que tocó “Minnie” a lo largo de los años.
En total, 20 jugadores con sangre cubana han jugado por los White Sox, sin contar a Robert, quien todavía no llega a las Mayores, pero luce bien encaminado. Robert, considerado por MLB Pipeline como uno de los mejores 40 prospectos de todo el béisbol, está descosiéndola en Clase-A Avanzada Winston-Salem después de haber jugado sólo 50 encuentros en el 2018 debido a una lesión en un pulgar.
Cuando llegue Robert, continuará ese rico nexo entre los White Sox y Cuba. Y aunque un puñado de franquicias han tenido a más jugadores cubanos a lo largo de la historia (Mellizos, Rojos, Atléticos y Angelinos), ninguna otra novena ha visto a tantos jugadores de dicho país dejar una huella tan grande en la franquicia, la cultura y el éxito que Chicago.
Miñoso, como ya apuntamos, fue el que empezó todo. Y el momento más importante en la historia reciente de la franquicia –la conquista de la Serie Mundial del 2005—fue posible gracias a dos lanzadores que desertaron de Cuba: Orlando “El Duque” Hernández y Contreras. De hecho, una foto de Contreras lanzando en los playoffs se encuentra de una de las paredes del salón de conferencias de Camelback Ranch donde se desarrolló esta entrevista.
Contreras era el as de aquel equipo del 2005, el hombre que abrió el primer juego de la Serie Divisional de la Liga Americana, la SCLA y la Serie Mundial, dejando récord de 3-1 con 3.09 de efectividad a lo largo de aquella postemporada. Ahora es asesor especial del departamento de operaciones de béisbol del club.
Hernández lanzó como relevista en dicha postemporada y tiró en un momento clave, entrando a lanzar en el Juego 3 de la SDLA contra los Medias Rojas en el cierre del sexto inning con las bases llenas y los White Sox arriba por 4-3. Sin inmutarse, consiguió dominar a Jason Varitek y Tony Graffanino con un par de globos antes de ponchar a Johnny Damon para salir del apuro. Luego lanzaría dos entradas más en blanco – retirando en fila al colombiano Edgar Rentería y a los dominicanos David Ortiz y Manny Ramírez en el séptimo—para enrumbar la barrida de los White Sox.
Lo hecho por Contreras y Hernández resonó en su país y en otros cubanos que soñaban con llegar a las Grandes Ligas. Pronto fueron seguidos hasta el Sur de Chicago por el campocorto Alexei Ramírez, quien desertó a finales del 2007 y firmó un contrato de cuatro años con los White Sox, y también por el jardinero Dayán Viciedo, quien acordaría por cuatro temporadas un año más tarde.
“Por alguna razón, quién sabe cuál, los peloteros cubanos terminan aquí (en los White Sox)”, dice Alonso. “Tuvieron tremendos años. El equipo ganó. Fueron a la Serie Mundial. Toda la gente en Cuba nos apoya. Creo que todo el mundo en Cuba sigue lo que hacemos día a día”.
Rick Hahn, el gerente general de los White Sox, está al tanto del vínculo y cree que el éxito desarrollando a jugadores cubanos es algo que se ha dado de una forma más natural que cualquier otra cosa.
“Yo estaría mintiendo si dijera que era una estrategia en la que nos embarcamos hace 10 años o más”, asegura Hahn. “Al contrario, lo que queríamos era lo agresivos posible adquiriendo a peloteros, incluyendo a jugadores internacionales. Y los últimos años ha habido un significativo número de talentos cubanos disponibles.
“Tenemos mucha confianza en nuestra capacidad de ayudar a estos jugadores y colocarlos en buen camino para que tengan éxito, pero a la vez creo que nuestra historia con ellos también nos ha convertido en un destino preferido, si el resto de los factores son iguales”.
Kenny Williams, vicepresidente ejecutivo del club y el gerente general que armó la divisa que ganó la Serie Mundial del 2005, es quizás quien haya jugado el rol más importante en la profundización de ese vínculo entre la franquicia con estelares jugadores cubanos.
“Tenemos la historia de nuestro lado”, comenta Williams. “Contamos con peloteros que hablan de manera positiva de su experiencia aquí. Y no tienen miedo de decirles eso a jugadores que están disponibles”.
La conexión cubana
El béisbol es un valorado pasatiempo nacional en los Estados Unidos. Los niños juegan en las Pequeñas Ligas, en la preparatoria y algunos llegan hasta la universidad con el sueño de alcanzar las Mayores. Se arman juegos en campos locales, lotes vacíos y en las calles. Son niños subiéndose a la cerca imaginando que son Mike Trout o bateando jonrones pensando en Aaron Judge.
El béisbol también tiene ese encanto en Cuba, pero el vínculo con el juego, la necesidad de seguirlo y jugarlo, es mucho más profundo.
“El béisbol es la vida en Cuba. En Cuba, hay gente a la que no le importa si tiene comida o ropa. Pero tienes que estar enamorado del béisbol”, dice Contreras. “Amamos el béisbol. Es algo que tiene en tu corazón. Aquí es un poquito diferente, porque es un negocio. Esa es una de las cosas que trato de decirles a los muchachos cuando llegan aquí. Tienes que mantener esa pasión”.
Cuando Contreras desertó en el 2002, la mayoría de los grandes peloteros de la isla seguía en Cuba, pues el embargo comercial de los Estados Unidos hacía difícil, y muchas veces peligroso, que los jugadores desertaran. Contreras era considerado el mejor lanzador de su país cuando creó una guerra de ofertas entre los Medias Rojas y los Yankees que lo llevó firmar por cuatro años y US$32 millones con Nueva York antes de la temporada del 2003. Y aunque otros nombres notables habían llegado algunos años antes, como El Duque y su hermano menor, Liván Hernández, Contreras pareció abrir las compuertas. Rápidamente fue seguido por Kendrys Morales (2004), Yunel Escobar (2004), Aroldis Chapman (2009), Yoenis Céspedes (2011), Yasiel Puig (2012) y Abreu (2013), entre muchos otros.
El contrato de Abreu con los White Sox, por seis años y US$68 millones, es uno de los más lucrativos que ha recibido un desertor cubano, pero los Medias Rojas pagaron un precio similar cuando firmaron a Moncada en el 2015 con un contrato que incluyó un bono de US$31.5 millones. Debido a que Boston terminó pasándose de su cuota para firmas internacionales por US$31.5 millones, pagaron 100% en impuestos sobre lo excedido, lo que significa que Moncada le costó a Boston un total de US$63 millones.
Moncada, quien llegó al sur de Chicago en el cambio por Chris Sale, ha sido una de las noticias positivas de los White Sox este año, incluyendo su primer juego de más de un jonrón. Pero el infielder también es en ejemplo de la escasez de talento que ha empezado a plagar la isla en años recientes. El hecho de que los Medias Rojas estuvieran dispuestos a pagar ese precio por él se debe parcialmente al hecho de que cada vez hay menos jugadores de su calibre saliendo de Cuba.
“Antes el béisbol en Cuba era más intenso”, dice Moncada. “Ahora probablemente no es tan intenso como solía ser y probablemente la calidad tampoco es la misma. Pero todavía hay bastante talento y el béisbol sigue siendo bien especial”.
Uno de esos talentos especiales que llegó más recientemente es Robert, quien recibió un bono de US$26 millones de los White Sox en el 2017 y ha sido el jugador más dominante en las menores esta temporada. En sus primeros 15 juegos para Winston-Salem, el guardabosque de 21 años estaba bateando .475/.530/.915 con seis jonrones en 59 turnos.
“Es el sueño de todos los niños en Cuba, jugar pelota”, asegura Robert. “Cuando yo era un niño, pude ir a algunos juegos. Estaba en la tribuna y soñaba con ser uno de esos peloteros que estaba viendo. Cuando tuve la oportunidad, fue algo muy especial para mí. El béisbol es la vida de nosotros. Es todo para uno allá en Cuba. Es algo muy especial jugar pelota en Cuba, ser un pelotero”.
Viniendo a Estados Unidos
La historia de Alonso es diferente, pues llegó a los Estados Unidos con 10 años, y las razones de su familia para emigrar no tenían nada que ver con el béisbol. Inmediatamente empezó a vivir nuevas experiencias, cosa que muchos dan por descontado.
“Es divertido. Me recuerdo que la primera vez que vine de Cuba me llevaron a McDonald’s”, dice el primera base. “Nunca había visto kétchup, ni aire acondicionado, o sentido aquel olor. Luego me llevaron a K-Mart porque no tenía ropa, no teníamos nada.
“Recuerdo cuando pasamos por las puertas esas que se abrían solas, yo jamás había visto eso. Y el olor, me acuerdo del olor en cada casa que íbamos, el aíre era diferente”.
Jugar béisbol en los Estados Unidos también fue bien distinto para el joven Alonso.
“Cada niño tenía dos bates. Cada niño tenía un casco”, recuerda Alonso. “Cada niño tenía un guante, zapatos nuevos. Nosotros no teníamos dinero para eso. Mi papá lo que me decía era, ‘Pide prestado un guante, un bate y unos guantillas’.
“Para mí, el béisbol en Cuba te hace un hombre muy rápido, porque juegas con el corazón, juegas con lo que tienes y juegas por amor al béisbol. Cuando llegas aquí, las cosas son un poco más fáciles, pero sigues siendo un niño con grandes sueños y jugando un deporte de hombres”.
Alonso terminó jugando en la Universidad de Miami, donde él y Jay fueron compañeros de equipo. Los dos son amigos desde mucho antes de ser compañeros de equipo esta temporada.
Abreu y Contreras, por otro lado, llegaron a los Estados Unidos siendo estrellas y con las expectativas que trae consigo cualquier contrato grande. Su transición a las Grandes Ligas fue distinta.
“Soy de un pueblo muy pequeño en Cuba donde no teníamos electricidad en la casa”, relata Contreras. “Ganaba 75 centavos al mes cuando vivía allá. Luego firmé con los Yankees y fue como, ‘Wow’. No podía creer la cantidad de cosas increíbles que estaba viendo aquí. Y estaba en Nueva York. Hay cosas que no puedes describir. No las puedes poner en palabras”.
Abreu recuerda algo similar.
“Algunas veces uno habla de esta experiencia y todavía no lo puedes creer”, dice Abreu. “No podemos creer que estás en uno de los mejores países del mundo, especialmente viniendo de donde venimos. Es muy distinto. Algo indescriptible”.
Equipo en transición
Por los momentos, tras tres años de reconstrucción, la palabra “campeonato” no es parte del léxico de los White Sox. Pero eso no significa que estos muchachos no estén listos para pensar en eso. Moncada, Abreu y Alonso están contribuyendo en el equipo grande, Jay se está recuperando de una lesión en la ingle y Robert podría llegar en el 2020.
“Quiero jugar con todos estos cubanos”, dice Robert. “Tener la oportunidad de jugar con mis paisanos aquí y de ganar un campeonato con ellos sería algo bien especial para mí, como un sueño hecho realidad”.
Al final del día, no hay garantías de que los cinco vayan a estar juntos cuando los White Sox sean contendores, mucho menos campeones. Abreu está en el último año de su contrato, Jay firmó por un año y Alonso tiene una opción por US$9 millones para la próxima temporada. Pero para este grupo, sería muy especial ganar un título para los White Sox y para su país.
“Sería como un sueño hecho realidad”, dice Jay. “Yo nací en los Estados Unidos, así que mi historia es un poco distinta. Algunas veces me dicen, ‘Oh, tú no eres completamente cubano’. Pero en mi corazón, mi cultura es cubana. Me criaron como cubano y mis abuelos hicieron muchos sacrificios por mí. Para mí, personalmente, sería algo fantástico. Yo nunca pude jugar con tantos cubanos y como he dicho, es increíble”.