El eterno lamento de Minnesota: Dejar ir a Big Papi
COOPERSTOWN, Nueva York – A sus 26 años en el 2002, David Ortiz tuvo la mejor temporada hasta ese momento de una carrera de seis campañas en Grandes Ligas, todas con los Mellizos.
Pese a luchar con dolores en las rodillas al principio del año y no jugar todo el tiempo contra abridores zurdos, el toletero dominicano terminó con 20 jonrones, 32 dobles, OPS de .839 y OPS+ de 120, números que sugerían que lo mejor estaba por venir en un equipo de Minnesota que acababa de clasificar para los playoffs por primera vez en 11 años.
Sin embargo, los Mellizos no sabían si Ortiz se mantendría en salud y tampoco veían bien su promedio de .203 y apenas cinco de sus vuelacercas ante los zurdos en aquel 2002. Además, Minnesota—una franquicia que iba a desparecer, junto a la de los Expos de Montreal, si prosperaba un plan de MLB anunciado tras la Serie Mundial del 2001 (al final no, por supuesto)—no era de los ricos, y un salario de US$3 millones o más para Ortiz vía arbitraje para el 2003 no era de lo más atractivo. Y si eso fuera poco, Doug Mientkiewizc estaba bien establecido como buen inicialista defensivo, aunque con un bate entre mediocre y decente.
Ahora, 20 años después, ni los Mellizos creen ahora que había motivos por dejar en libertad a Ortiz en aquel momento. Pero así fue. Más adelante, el también dominicano Pedro Martínez les recomendó a los Medias Rojas que firmaran a Ortiz. Y como dice el dicho, el resto es historia.
“Siempre voy a estar agradecido con Minnesota por darme la oportunidad de llegar a las Grandes Ligas”, dijo Ortiz acerca del tema la semana pasada en una llamada organizada por el Salón de la Fama.
Ya sabemos lo que pasó después. Ortiz se convirtió desde el 2003 en uno de los mejores y más icónicos jugadores en la rica historia de los Medias Rojas, ayudando a Boston a romper la Maldición del Bambino en el 2004 y ganar su primera Serie Mundial en 86 años. En total, el oriundo de Santo Domingo dio 483 de sus 541 jonrones de Grandes Ligas con los Patirrojos, con un sinnúmero de logros individuales y tres títulos de Serie Mundial, en camino a Cooperstown.
Está claro que Ortiz no estuvo de acuerdo todo el tiempo con la forma en que los Mellizos del manager Tom Kelly y luego Ron Gardenhire, bajo el mando del gerente general Terry Ryan, manejaron sus oportunidades en terreno y, al final, la decisión de dejarlo libre.
“No tuve mucha oportunidad de tiempo de juego, pero creo que yo aprendí tanto como ellos aprendieron como gerencia”, expresó Ortiz, quien llegó a Minnesota como jugador de liga menor en un cambio con Seattle—su organización original--e hizo su debut en las Mayores en 1997 con los Mellizos. “Después, hicieron las cosas diferente con los jugadores de mi calibre. Estoy hablando de muchachos como (Miguel Ángel) Sanó y algunos otros con los que en un momento estuve en contacto y les di consejos”.
Curiosamente, los Mellizos apenas empezaban en el 2002 un período de éxitos en temporada regular. Ganaron la División Central de la Liga Americana en cada una de las siguientes dos campañas, cayendo en ambas ocasiones ante los Yankees. En el 2006, el 2009 y el 2010, volvieron a la postemporada, sólo para ser derrotados en primera ronda, una vez por los Atléticos y en dos ocasiones más por los Bombarderos del Bronx.
Pero esos éxitos jamás podrían compararse con lo hecho en Boston con Ortiz, quien fue parte de tres equipos que ganaron la Serie Mundial (2004, 2007 y 2013) y en total participó en siete postemporadas con los Medias Rojas.
¿Y contra los Mellizos tras su partida de Minneapolis/St. Paul? En 73 juegos ante Minnesota, Ortiz bateó .332/.408/.636 (OPS de 1.046) con 21 vuelacercas, 23 dobles y 58 empujadas.
Al fin y al cabo, Ortiz prefiere no hablar de la parte amarga, sino de las lecciones aprendidas en Minnesota de las que se benefició.
“Aprendí que cuando tienes la oportunidad de jugar, no hay que dar nada por sentado”, dijo Big Papi. “Hay que aprovechar eso y entender que puedes estar ahí hoy, pero mañana otro te puede quitar el puesto.
“Tienes que hacer todo lo que puedas hacer. Y eso es exactamente lo que hice cuando llegué a los Red Sox y tuve la oportunidad de jugar”.