Clemente, también pionero con su entrada al Salón de la Fama
Este artículo fue publicado originalmente en LasMayores.com el 15 de septiembre del 2023.
No había duda de que Roberto Clemente estaba tenía destino al Salón de la Fama cuando salió del terreno de juego el 11 de octubre de 1972 en el Riverfront Stadium de Cincinnati, el día en que los Rojos eliminaron a sus Piratas en el Juego 5 de la Serie de Campeonato de la Liga Nacional. Menos de dos semanas antes, el 30 de septiembre--el último día de la temporada regular--el jardinero puertorriqueño había llegado a los 3,000 hits en Grandes Ligas con un doble. Sólo 10 jugadores antes de él habían alcanzado dicho número. Como el undécimo, Clemente tenía garantizada una placa en el pabellón de Cooperstown.
Sus otros méritos también eran abrumadores: En 18 campañas en las Grandes Ligas, todas con Pittsburgh, Clemente también había conectado 240 jonrones, impulsado 1,305 carreras, ganado 12 Guantes de Oro consecutivos en el jardín derecho de 1961 a 1972 (empatado con Willie Mays por la mayor cantidad jamás lograda por un jardinero) y nombrado el Jugador Más Valioso de la Liga Nacional en 1966.
Terminó la temporada regular de 1972 con un promedio de bateo de por vida de .317. Y números como sus 255 asistencias en su carrera desde el jardín derecho, un récord de la Liga Nacional desde al menos 1900, y porcentaje de fildeo de por vida de .973 (una medida rudemintaria comparada con las métricas avanzadas de hoy), no le hacen justicia a su potente y preciso brazo y sus espectaculares atrapadas acrobáticas.
Teniendo en cuenta que Clemente también fue convocado a 15 Juegos de Estrellas, fue campeón de bateo de la Liga Nacional cuatro veces, ganó dos Series Mundiales y fue el Jugador Más Valioso del Clásico de Otoño de 1971, su camino hacia ser exaltado al Salón en su primer año en la boleta no podía estar más claro.
Lo que nadie sabía en ese momento, por supuesto, era que el 11 de octubre de 1972 marcaría el último juego de Clemente en un terreno de las Grandes Ligas: El 31 de diciembre de ese año, el jugador de 38 años alquiló un avión en Puerto Rico para entregar suministros personalmente a los damnificados de un terremoto cerca de Managua, capital de Nicaragua, el 23 de diciembre. La aeronave se estrelló en el mar poco después de despegar, quitando la vida de todos los que iban a bordo.
El 2 de enero de 1973, mientras se buscaba a Clemente (sus restos nunca fueron hallados), la Asociación de Cronistas de Béisbol de Norteamérica (BBWAA, por sus siglas en inglés) se comunicó con sus miembros votantes del Salón de la Fama para instarlos a hacer una excepción al período de espera de cinco años para la elegibilidad, que se había establecido en 1954, y exaltar al fallecido jardinero de inmediato.
En un comunicado, el presidente de la BBWAA en aquel entonces, Joe Heiling, declaró lo siguiente: “Consideramos que Clemente, al igual que Sandy Koufax y Stan Musial, sería elegido en su primera oportunidad, ¿entonces para qué esperar?”
El 3 de enero, las reglas de elegibilidad del Salón se modificaron para permitir la consideración inmediata de cualquier candidato que falleciera como jugador activo o antes de cumplirse el período de espera de cinco años. Aunque los argumentos de Clemente para el Salón de la Fama no estaban en duda, no todo el mundo estuvo de acuerdo con la idea.
Señalando la posibilidad de que hacer una excepción del período de espera de cinco años para Clemente podía abrir la puerta a que candidatos menos obvios fuesen exaltados en momentos de emociones intensas en el futuro. El 5 de enero, Richard Dozer del diario Chicago Tribune escribió esto: “Manifiesto que Roberto Clemente, uno de los candidatos al Salón de la Fama más merecedores de nuestros tiempos, no hubiera querido ser pionero de nada que tuviera ni la mínima posibilidad de eventualmente diluir el más grande de todos los honores del béisbol”.
Añadió: “Y por el lado humano, siento que la consagración de Clemente en 1978, en lugar de bajo un derrame de lágrimas ahora de sus seres queridos, tendría un impacto mucho mayor, aunque fuera solamente por el bien de sus hijos”.
Dos días después, Bob Broeg, editor deportivo del periódico St. Louis Post-Dispatch, expresó sentimientos parecidos en un artículo. “Forzar a Roberto en el Salón de la Fama”, escribió, "es realmente un daño a un ser orgulloso al que le gustaba sentir que era el mejor en vida, no en la muerte.
“Además, el período de espera habitual de cinco años entre el final de la carrera de un jugador y su elegibilidad para el Salón de la Fama sería especialmente apropiado en el caso de Clemente. Dentro de cinco años, a todos nos beneficiaría recordar nuevamente la compasión y consideración del destacado deportista y humanitario que murió en una misión de misericordia hacia los desamparados y desesperados de Managua”.
Sin embargo, Dozer, Broeg y aquellos que pensaban como ellos representaban una minoría. Una vez que la BBWAA decidió hacer una excepción con respecto al período de espera de cinco años para Clemente, el siguiente tema a tratar fue decidir cómo se llevaría a cabo esa votación; las papeletas para la elección de ese año se habían enviado por correo a fines de diciembre. Entonces, la votación para Clemente se llevó a cabo a través de una papeleta especial de “sí” o “no”.
Los resultados de la votación especial se anunciaron el 20 de marzo de 1973 en St. Petersburg, Florida, con Vera, la viuda de Clemente y madre de sus tres hijos, presente. Clemente recibió el 93 por ciento de los 424 votos en ese momento, la mayor cantidad de papeletas para el Salón de la Fama que se habían emitido. De esos 424 votantes, 393 habían votado sí, dos se habían abstenido y 29 habían votado no, no porque no creyeran que Clemente mereciera ser exaltado, sino porque, al igual que Dozer y Broeg, se oponían a hacer una excepción al período de espera de cinco años.
Habiendo rebasado el 75 por ciento de los votos requeridos para ser exaltado, Clemente se convirtió así en el primer jugador nacido en América Latina elegido al Salón de la Fama. Ese suceso sin precedentes sólo puede compararse con la decisión de la BBWAA de exaltar a Lou Gehrig por aclamación en las Reuniones Invernales de 1939, después de que el primera base de los Yankees se viera obligado a retirarse del béisbol ese año tras ser diagnosticado con esclerosis lateral amiotrófica (ELA).
“En ese momento, todos sabían que Clemente iba a ingresar al Salón de la Fama”, dice Adrián Burgos Jr., profesor de historia en la Universidad de Illinois, especializado en la participación de minorías en los deportes de los Estados Unidos y autor del libro “Playing America's Game: Baseball, Latinos, and the Color Line”. “Simplemente no sabíamos cuántas temporadas más jugaría siquiera... los latinos se enorgullecieron mucho al saber que iba a ingresar al Salón de la Fama y eso no había pasado antes, ni para un latino ni por un afrolatino. Y así se convierte en el primero, y fue algo que se celebró con solemnidad”.
Clemente, por supuesto, no necesariamente fue el primer jugador nacido en Latinoamérica digno de ser exaltado, En años posteriores, los Comités Especiales del Salón de la Fama sobre las Ligas Negras votaron para incluir a tres jugadores afrocubanos que habían sido excluidos de jugar en las Ligas Americana y Nacional debido a su raza: Martín Dihigo, Cristóbal Torriente y José Méndez. Nos toca preguntarnos si Clemente habría sido el primer latino en el Salón de la Fama si figuras como Dihigo, Torriente y Méndez hubieran tenido la oportunidad de jugar en las L.A./L.N,, o si sus candidaturas se hubiesen sido evaluadas antes.
El mismo día en que se revelaron los resultados de la elección especial para Clemente, las Grandes Ligas también rebautizaron el Premio del Comisionado, un trofeo otorgado cada año a partir de 1971 a un jugador de alta reputación, como el Premio Roberto Clemente, en reconocimiento a la abnegación que el hombre conocido como “el Cometa de Carolina” demostró durante su vida y en su acto final en servicio de los demás.
El 6 de agosto de 1973, Clemente fue exaltado al Salón de la Fama junto al lanzador Warren Spahn, el árbitro y ejecutivo Billy Evans, el primera base George Kelly y el lanzador Mickey Welch, quienes fueron elegidos por el Comité de Veteranos del Salón de la Fama. También fue exaltado el jardinero Monte Irvin, seleccionado por un Comité Especial de las Ligas Negras. El hecho que Clemente fuera exaltado junto a Irvin fue poéticamente trágico; Irvin, quien jugó béisbol invernal por los Senadores de San Juan en Puerto Rico, había sido el ídolo de la niñez de Clemente.
“Éste es el último honor de Roberto”, dijo Vera Clemente en su discurso en nombre de su esposo. “Y si él estuviera aquí, le diría a nuestra gente en Puerto Rico, a nuestra gente en Pittsburgh y a todos sus fans en los Estados Unidos: Gracias”.
“Éste es el último honor de Roberto”, dijo Vera Clemente en su discurso en nombre de su esposo. “Y si él estuviera aquí, le diría a nuestra gente en Puerto Rico, a nuestra gente en Pittsburgh y a todos sus fans en los Estados Unidos: Gracias”.