Albert Pujols, de la nada al súper estrellato
Con la noticia de que Albert Pujols y los Angelinos han cortado vínculos, repasemos algunos de los aspectos más destacados de la carrera del toletero dominicano
Lo curioso sobre Albert Pujols es que cayó del cielo.
Es algo que suele olvidarse sobre el dominicano, quien fue designado para asignación el jueves por los Angelinos y posiblemente haya disputado el último juego de su carrera.
Con las futuras estrellas llegando a las Grandes Ligas, puedo decir más acerca del dominicano Wander Franco y Adley Rutschman, que no han disputado un solo partido en Grandes Ligas, que varios de los compañeros de escuela de mi hijo. Parece que el quisqueyano Vladimir Guerrero Jr. ha estado en nuestras vidas por una eternidad y apenas tiene 22 años. Hay aficionados que les prestan más atención a los prospectos de un equipo que a sus rosters actuales. Siempre estamos apuntando hacia el futuro.
Pero con Albert Pujols, no fue así. Fue seleccionado en la 13ra ronda del Draft amateur de 1999 y se pensaba para entonces que era un poco rellenito como para defender la antesala, su posición en el momento. Gracias a una disputa de contrato – Pujols sabía su valor, incluso aunque nadie más lo sabía -- no jugó en las menores hasta el 2000, comenzando en Clase-A Peoria, donde inmediatamente empezó a tronar. Los Cardenales quedaron tan impresionados que lo enviaron a Triple-A Memphis para la postemporada, donde se convirtió en el Jugador Más Valioso de los playoffs.
Fue invitado a los entrenamientos del 2001. Debido a que no había un análisis continuo en las redes sociales con cada prospecto, fue la primera vez para muchos de los aficionados de los Cardenales que escucharon el nombre del dominicano.
No dejó de batear. El manager Tony La Russa estaba escéptico de que el muchacho estuviera listo para la Gran Carpa, pero Pujols superó cada prueba. Cuando Bobby Bonilla, quien estaba supuesto a defender la antesala en el 2001, se lesionó, la puerta quedó abierta para Pujols. Albert estuvo en la alineación titular de San Luis en el Día Inaugural de ese año. Nadie sabía ni cómo pronunciar su apellido.
Ya saben lo que pasó luego. Inmediatamente se convirtió en Ted Williams. En “La Máquina”. Fue más que un simple bateador. Su estilo discreto de jugar les recordó a muchos a otra leyenda de los Cardenales, Stan Musial.
Pujols fue el Novato del Año en el 2001 y terminó en el cuarto lugar en las votaciones para Jugador Más Valioso de la Liga Nacional. No terminó fuera de los primeros 10 en dicha votación en sus 11 años en San Luis y ganó el galardón en tres ocasiones. (De no haber sido por Barry Bonds, el dominicano lo hubiese ganado más veces). Fue el jugador perfecto para La Russa, con quien comparte el mismo nivel de competitividad. La Russa le otorgó a Pujols la mentalidad de “lo que sea necesario para ganar” y el quisqueyano le brindó al timonel la estrella que necesitaba para reemplazar a Mark McGwire.
Ver al Pujols de antaño significaba maravillarse continuamente. Tenía una gran manera de hacerle saber al receptor puertorriqueño Yadier Molina que un jugador estaba muy alejado de la base de una manera imperceptible. Pero era un jugador de grandes e importantes momentos. Te lo digo, hubo situaciones en las que Pujols se paraba en el plato y sabías que daría un cuadrangular... y lo daba.
Tal vez no me creas cuando te lo digo. En el béisbol de hoy, eso suena como como las historias que te contaba tu abuelo sobre los jonrones de 600 pies de Mickey Mantle. Pero yo estuve ahí y te digo que es verdad.
He escrito mucho sobre Albert Pujols, pero es imposible no pensar en el Juego 6 de la Serie Mundial del 2011, que contó con las emociones suficientes como para mil años. En el subconsciente de todos estaba la pregunta: ¿Será éste el último turno de Pujols con los Cardenales?
Eso se extendió hasta el noveno inning, cuando Pujols, a dos outs de la eliminación, conectó un doblete para mantener el partido vivo. Tres bateadores después, estaba anotando con el triple de David Freese.
Ya había recibido dos ovaciones de pie hasta ese momento. Piensen en eso. En el medio de un cerrado y disputado juego en la Serie Mundial, los aficionados se pararon para alabar al dominicano, mostrándole lo que significaba para ellos, aun cuando los Cardenales seguían vivos en la Serie Mundial y nadie sabía con exactitud si realmente saldría del equipo.
Así era ver a Pujols en sus mejores momentos. Sentías la necesidad de demostrarle tu agradecimiento.
Pujols se fue. Aunque sus aportes en los Angelinos no deben pasar desapercibidas – conectó 222 cuadrangulares y fue la figura central del único equipo de Mike Trout que avanzó a la postemporada hasta ahora –siempre será recordado como un Cardenal.
Tanto, que incluso no puedes evitar preguntarte si valdrá la pena volver a ver ese número “5” con los colores de San Luis una última vez, para un equipo veterano que tiene carencias de un bate desde la banca y para un grupo de aficionados que le otorgaría la despedida que merece.
Tal vez ocurra. Quizás no. Pero no importa lo que pasó en Anaheim: Siempre será un héroe en San Luis. ¿Cómo no serlo?
Y recuerden. Llegó de la nada. El mundo es un lugar misterioso, lleno de criaturas y situaciones inesperadas. A veces pueden caer pianos desde el cielo.
Pero a veces, sólo a veces, es Ted Williams quien cae del cielo. En ocasiones, cuando menos lo esperas, eres bendecido con un increíble regalo, el más grande de todos.
Nadie vio llegar a Pujols. Eso te hace nunca querer dejarlo ir. Sea éste su final o no... nunca deberá ser olvidado.