Satchel llegó al montículo… en helicóptero

Tom Qualters estaba nervioso.

El joven de 21 año estaba sentado en el bullpen del Miami Stadium una cálida noche de abril de 1956. Era lanzador de los Miami Marlins, el recién mudado y nuevo equipo de ligas menores.

Había puesto efectividad de 4.90 durante 23 innings con los Filis de Reidsville de la Liga de las Carolinas la temporada anterior y, dos campañas antes de eso, había visto acción por primera vez en las Grandes Ligas con los Filis, lanzando un tercio de inning y permitiendo seis carreras, suficiente para una efectividad de 162.00.

Qualters necesitaba lanzar bien para para regresar al equipo grande. Miami era una ciudad de surfistas y vida nocturna que nunca había tenido un equipo de Triple-A. Había presión sobre todo el equipo para que tuvieran éxito. Bill Veeck era el nuevo dueño, así que estaba claro que habría paredes movibles en los jardines, extraterrestres o cualquier otra locura para llevar gente al estadio.

“‘¿Lanzaría en ese juego?’”, pensó Qualters. Y si así fuese, “¿Cómo le iría?”.

Y entonces, los pensamientos del joven lanzador fueron interrumpidos: Un helicóptero sobrevoló el estadio y aterrizó en el cuadro interior.

“Creo que la mayoría de nosotros estábamos sentados en el bullpen justo antes de que empezara el juego”, le dijo Qualters, de 86 años, en el 2020 a MLB.com vía telefónica desde su hogar en Pensilvania. “Y entonces llegó este helicóptero y se bajó Satchel Paige. Todos nos quedamos viendo como diciendo, ‘¿Qué demonios está pasando aquí?’”.

Sí, Veeck ya estaba desempolvando sus viejos trucos con su nuevo equipo. Había firmado a Paige como su gran movimiento y, al menos según lo que sabía Qualters, no le había dicho a nadie en el club, mucho menos que iba a llegar en un helicóptero. Satchel tenía 50 años para ese momento, o para ser más precisos, cincuenta y algo. Había lanzado por todo el hemisferio occidental, dominando las Ligas Negras con los Monarcas de Kansas City, convirtiéndose en el primer lanzador afroamericano en tirar en una Serie Mundial con Cleveland en 1948 y dejando boquiabiertos a los fanáticos con sus pitcheos y otros trucos beisboleros.

Pero aquella vez, por poco no llega al montículo de Miami. Así se describió lo sucedido en el libro “Satchel”, de Larry Tye.

Veeck planeó un primer acto secreto e impresionante: Que Satcher llegara en helicóptero al estadio y descendiese en el terreno la noche inaugural. El plan por poco sale mal. “Perdimos contacto con la torre y no teníamos la ruta”, recordó el gerente de negocios de los Marlins, Joe Ryan. “Nos estábamos quedando sin combustible”. Satcher ya había tenido sus problemas con los vuelos en el pasado, cuando los Monarcas le compraron un avión. “Yo estaba muy asustado”, dijo de su aterrizaje en Miami, “el piloto y yo estábamos como marido y mujer hasta que aterrizamos”.

El helicóptero aparentemente “levantó tanta tierra del infield, que le cayó a todos los fanáticos que estaban sentados en los mejores asientos”.

“Tuvieron algunos problemas ahí, es verdad”, recordó Qualters.

Eventualmente, sin embargo, las cosas se calmaron y Satchel salió caminando y se sentó en una mecedora cerca del bullpen.

Los otros relevistas de los Marlins estaban impresionados por estar en presencia de tal leyenda, pero también un poco preocupados.

“Estábamos pensando, ‘Santo infierno, nos quedamos sin trabajo”, dijo Qualters riéndose.

Pero, de hecho, terminó pasando lo contrario: Paige ayudó a jóvenes como Qualters a mejorar como lanzadores. El célebre personaje, el viejo mago de la lomita al que el padre de Qualters había llevado a ver una vez a Tom cuando era un niño era ahora, increíblemente, su compañero de equipo. Y terminaría siendo uno de los mejores que tuvo.

“De una vez se hizo amigo mío y me trató como si yo fuera el mejor pitcher del mundo”, contó Qualters. “Nunca conocí a nadie mejor”.

Qualters dijo que Paige encajó de maravilla tras aterrizar en Miami, pero uno de los mejores ejemplos de su papel como mentor llegó en un partido tiempo después esa misma temporada.

“Yo era muy joven y había llegado al punto en el que hablaba muchísimo con Satch”, dijo Qualters. “Estaba calentando un día y no me sentía como debía. Satch estaba sentado ahí cerca en el bullpen. Le dije, ‘No sé si puedo hacer esto’. Ésta era la primera vez en la que realmente les tenía que lanzar a bateadores buenos. Satch me dijo, ‘Ellos te pueden ganar, pero no te pueden comer’”.

Qualters repitió la frase toda la noche en su cabeza, ayudándose así a vencer sus ansiedades y hacer su trabajo.

“Es como que me dio un empujón”, siguió Qualters. “Me dijo qué hacer y cómo no tener miedo. Yo era un muchacho y teníamos un montón de jugadores mayores. Tenía mucho miedo. Pero gracias a Dios por Satch. Me habló de una cantidad de cosas. Y como resultado, probablemente me convertí en su… él era mi mejor amigo”.

Qualters terminaría poniendo una muy respetable efectividad de 3.38 y un récord de 5-5 en 80 innings. También recibió lo que más quería: Ser subido por los Filis el año siguiente.

Volvió a lanzar con Filadelfia y, después de un cambio, con los Medias Blancas en 1958. Luego, estuvo varias campañas más en las menores antes de retirarse en 1962, mejorando su efectividad en las Grandes Ligas a una mucho más razonable 5.64.

Por su parte, a sus cincuenta y tantos años, Satchel Paige tuvo foja de 11-4 y efectividad de 1.86 aquella temporada en Miami. En total, lanzó tres años con los Marlins, otro en Portland en 1961 y luego hubo otro llamado a la Gran Carpa con los Atléticos de Kansas City en 1965. Para ese momento tenía, al menos oficialmente, 59 años. Permitió un hit durante tres entradas en blanco.

Los logros y los trucos de Paige en la lomita están muy bien documentados, pero como bien sabe Qualters, el liderazgo del futuro miembro del Salón de la Fama en sus últimos años es lo que más sobresalió.

“Nunca lo voy a olvidar”, aseguró Qualters. “Todavía, en mi mente, no ha habido nadie mejor que Leroy 'Satchel' Paige."

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