Roberts recuerda El Robo y el rol de Mariano
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Dave Roberts, el manager de los Dodgers, estaba hablando esta semana sobre la que todavía sigue siendo la base robada más famosa en la historia del béisbol. Se refería, obviamente, al Juego 4 de la Serie de Campeonato de la Liga Americana del 2004, Medias Rojas contra Yankees, cierre del noveno, con los Patirrojos a nada de ser barridos.
El panameño Mariano Rivera le dio una base por bolas a Kevin Millar y Roberts entró como corredor emergente, se robó la segunda base y anotó con un sencillo de Bill Mueller para empatar el partido. Cuando el 17 de octubre ya era 18 de octubre y el juego estaba en extrainnings, el dominicano David Ortiz bateó un jonrón de oro en el Fenway Park. Aquella noche marcó el inicio de la remontada de postemporada más grandiosa de todas.
“Entiendo por qué la gente siempre habla del Juego 4”, dijo Roberts. “Entiendo eso. Pero nunca hablan del Juego 5”.
Más adelante hablaremos del Juego 5.
Primero, el Juego 4.
Roberts no había jugado en 10 días. Afirma que pasó los primeros innings del Juego 4 en el dugout y que luego estuvo en el clubhouse de los Medias Rojas entre la quinta en la séptima entradas, viendo videos de los relevistas de los Yankees que podrían estar lanzando si a él le tocaba ingresar como corredor emergente. Él sabía que iba a tener que salir a correr si los Medias Rojas necesitaban una carrera. Roberts también hizo algunos ejercicios de estiramiento como parte de su preparación. Luego corrió varias veces entre el clubhouse y el dugout.
En el octavo episodio, con los Medias Rojas abajo por una carrera, Roberts regresó a la cueva.
“Esperaba por una oportunidad”, recordó.
Dijo que cuando Rivera se puso detrás en la cuenta contra Millar, se puso el casco. Millar finalmente negoció un boleto. Roberts volteó entonces en dirección de su manager, Terry Francona.
“Tito simplemente me hizo un guiño”, contó Roberts. “Era todo lo que tenía que decir.
“Incluso con Mariano en la lomita”, continuó Roberts, “y lo mal que se veían las cosas, nosotros sentíamos como si todavía estábamos en el juego”.
Entonces Rivera, quien junto al resto del mundo sabía por qué había entrado Dave Roberts al encuentro, empezó a tirar a primera base.
“Hizo viraje tres veces”, rememoró Roberts. “Pero lo grandioso de eso es que yo sentía que me estaba poniendo en el juego. El primer tiro que hizo calmó mis nervios un poco. La segunda vez, sentí que las piernas me estaban respondiendo bien. Cuando lanzó la tercera vez, me sentí como si hubiera jugado los ocho innings anteriores.
“Estoy seguro de que Mariano jamás lo habría visto así, pero mientras más tiraba a la primera, más me ayudaba. Y yo sabía que iba a tratar de esperar con la pelota en la mano, esperar y esperar entre cada tiro. Había hecho lo mismo en un partido en el Yankee Stadium en septiembre. Entonces, yo también estaba preparado para eso. Sabía que quería retrasar, retrasar y retrasar lo que todos sabíamos que iba a pasar”.
Finalmente, Roberts salió al robo con Mueller en el plato. Roberts me dijo el lunes que alguien en el clubhouse de los Medias Rojas le mencionó después que era lo más rápido que el puertorriqueño Jorge Posada, el receptor de los Yankees, había tirado la bola a la segunda base en toda la temporada.
“Hizo un tiempo de 1.7 segundo”, dijo Roberts, refiriéndose al lapso entre el momento en que la bola entró a la mascota de Posada y llegó al guante de Derek Jeter.
La jugada en segunda fue cerrada. Roberts confesó que se quedó sorprendido, pero sabía que había llegado antes de que Jeter lo tocara.
“(El umpire) Joe West estaba en una tremenda posición”, dijo Roberts. “Lo elogié después por estar tan bien ubicado. Todavía hoy, los umpires se me acercan para darme las gracias por reconocer eso”.
Le pregunté si Jeter le dijo algo. Roberts soltó una risa.
“Me dijo, ‘¿Cómo demonios hiciste eso?’”, reveló Roberts. “Años después, me contó que le hubiese gustado que Mariano tirara una vez más a primera. ¿Y sabes qué? Si lo hubiese hecho, quizás me sorprenden”.
El sencillo de Mueller fue por el centro del terreno. Roberts dijo que la orden era que saliera con el contacto, y si Rivera hubiera fildeado la bola – cosa que casi hace – lo habrían atrapado entre segunda y tercera. Pero Rivera no agarró la pelota, Roberts anotó y se empató el juego. Ortiz lo ganó luego. Los Medias Rojas vivirían al menos un día más.
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Luego llegó el Juego 5.
Los Medias Rojas estaban abajo nuevamente, en la baja del octavo, por dos carreras. Ortiz se la botó a Tom “Flash” Gordon para poner la pizarra por una sola rayita de diferencia. Millar era el siguiente al bate por Boston. Gordon se puso adelante 0-2 antes de tirarle cuatro bolas malas. En otro momento clave para su equipo, Millar volvía a negociar otra base por bolas. Y Roberts lo sustituyó una vez más como corredor emergente. Fue con su equipo abajo por una, de nuevo, aunque esta vez no era el cierre del noveno.
“Flash tenía un movimiento lento hacia el home”, dijo Roberts. “Pero ahora podía ver cómo estaba tratando de apurarse y estaba fuera de ritmo. Se puso detrás de Trot Nixon en el conteo, 3-1. Y aunque la cuenta era de tres bolas y un strike, decidí irme”.
Con Roberts en plena carrera, Nixon bateó un sencillo al jardín central que lo llevó a la tercera. Si no hubiese salido al robo, se habría tenido que quedar en la segunda. Y no habría anotado la carrera del empate en el Juego 5.
“Fui de primera a tercera, Tek (Jason Varitek) dio un elevado de sacrificio y empatamos el juego”, resumió Roberts.
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En la 14ta entrada, Ortiz remolcó a Johnny Damon, mandando la serie de vuelta a Nueva York. Ustedes ya saben lo que pasó allí. Los Medias Rojas cambiaron el curso de su propia historia de postemporada. Cambiaron el curso de la historia del béisbol. No hubiese pasado sin ese par de boletos a Kevin Millar en aquel mágico período de 24 horas para los Medias Rojas de Boston. Y dos de los mejores corridos de bases que jamás hayamos visto.