“Contador” de logros de Miguel en Comerica
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DETROIT -- Miguel Cabrera ha tenido hitos a la vista toda la temporada. Pero cuando regrese al Comerica Park de Detroit y entre a la caja de bateo, los tendrá frente a sus ojos.
A Cabrera le faltan cinco jonrones para llegar a los 500 de por vida y 64 hits para sumar 3,000, por lo que los Tigres han instalado contadores para ambas cifras encima de la pared detrás de los asientos del jardín izquierdo, junto a los números retirados y estatuas de las grandes figuras de la franquicia.
“Miggy lo disfrutará”, dijo el manager de Detroit, A.J. Hinch. “Ojalá no le ponga mucha atención cuando esté compitiendo. Pero ahora se siente que cada logro, definitivamente en casa, se va a reconocer, porque vamos a ver los números cambiar.
Es el lugar indicado, tratándose de historia en desarrollo y de un jugador que está haciendo su mayor esfuerzo por enfocarse en el aquí y ahora.
“Voy a tratar de no darle mente a eso, pero ahora cuando salga a batear, voy a ver eso allí”, dijo Cabrera. “Voy a tratar de bloquearlo de mi mente. En resumidas cuentas, tengo que jugar nueve innings y tratar de hacer mi trabajo”.
Para Cabrera, ese trabajo consiste en enfocarse en dar un hit o un cuadrangular a la vez, y jugar de acuerdo con la situación. El martes, por poco da lo que hubiese sido su 496to vuelacercas con un batazo que según Statcast tuvo una distancia de 408 pies, pero el doble le permitió igualar a Barry Bonds en el 37mo puesto en la lista de imparables de las Mayores. Para Cabrera, lo importante fue que el doble puso a otro corredor en base en el noveno inning, preparando la mesa para el grand slam de Eric Haase que empató el partido.
Dos entradas después, el hit de Cabrera no solamente le permitió superar a Bonds, sino que también produjo la carrera decisiva que le puso fin a la racha de ocho derrotas consecutivas de los Tigres en el Target Field, algo que atormentaba más a Cabrera antes del encuentro que los hitos a la vista.
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Durante los últimos años, Cabrera ha tenido que mantenerse no solamente saludable, sino también enfocado en medio de los fracasos de un equipo que estaba reconstruyendo alrededor de él. Los rostros han sido cada vez más jóvenes. Haase, quien ahora batea delante o detrás de Cabrera casi todas las noches, creció en Detroit idolatrándolo.
Este año, los Tigres son mejores y eso está ayudando a Cabrera a poner a un lado el tema de las hazañas. Según el cañonero, la presión viene de sí mismo.
“Es una buena posición. Pienso que cada jugador quiere estar ahí”, declaró Cabrera. “Se trata del aspecto mental, como la presión que me pongo. En cada turno quiero dar un hit. Quiero dar jonrón. Quiero marcar la diferencia. Se trata de una presión mental”.
Cabrera reconoció que se ha puesto presión para pegar un cuadrangular, por lo que decidió que era justo celebrar mientras pisaba la segunda base tras el bambinazo número 495 de su carrera el lunes. Pero está más enfocado en lo que sea que la situación dicte.
Eso, en ocasiones, es algo frustrante. El hermoso swing que ha impulsado a Cabrera a tantos imparables y vuelacercas ahora va y viene. No puede tenerlo con consistencia, aunque el toletero indica que está mejorando.
“Mucha inconsistencia en los últimos años”, señaló Cabrera. “Por eso, estoy un poco más agachado en mi cuadre. Y eso no resulta en tantos jonrones. Ahora mismo, mi swing no es lo suficientemente consistente para lograrlo. Vengo trabajando en mi swing y tratando de tener más consistencia”.
Una gran parte de ese reto ha sido la salud, desde cambios crónicos en sus rodillas a molestias en la espalda que surgen por ser un bateador de 38 años con 2,536 partidos en su historial, más 55 encuentros de postemporada. Todo eso junto resulta en 11,000 visitas al plato.
“Mi cuerpo se siente bien. Mis rodillas son un desastre”, dijo Cabrera entre una risa. “Eso es lo único. Pero no puedo hacer nada. Salgo a jugar. No hay excusas. Saldré a batallar. Seré el que tendrá buenos turnos. No importa lo que pase. Salgo, tengo un buen turno y trato de darle a un buen pitcheo”.
Con más swings buenos, llegará a los 500 vuelacercas. Por si eso se le llega a olvidar, ahora puede fijarse en la pradera izquierda para ver cuántos lleva. ¿Estará emocionado?
“Cuando llegué ahí, lo estaré. Ahora mismo no”, expresó. “En estos momentos, quiero seguir batallando y tratar de hacer mi trabajo”.
Hinch afirma que no le cree.
“Será divertido para nuestros aficionados y para nuestra organización”, dijo el capataz. “Y al final, si él no lo reconoce, es posible que llegue a pensar que es maravilloso venir todos los días y ver cada uno de sus logros ahí en el estadio”.