César Valdez le puso picante al béisbol caribeño
En el Caribe la pelota se juega más con el corazón que con otra cosa. La energía, tanto dentro como fuera de las líneas de cal, produce una sensación contagiosa, que se te mete por las venas como un merengue de los hermanos Rosario o del legendario Fernandito Villalona. Que le pregunten a los fanáticos del Licey en la República Dominicana, que en estos días andan multiplicando la gozadera en las gradas. Bueno, hasta cierto punto.
Anoche, por ejemplo, el lanzador César Valdez fue un tigre con garras largas. Se vivió tanto la película deportiva que protagonizó desde el montículo del Estadio Quisqueya, que la pasión conquistó su conciencia y le transformó el espíritu en pura rabia competitiva. ¡Rugió con pura candela!
Valdez defendió la casa con uñas y dientes, cual fiera salvaje en una ancha pradera de posibilidades de triunfo. Las Águilas Cibaeñas no pudieron con él, pues les recetó 6.1 entradas en el montículo, permitiendo 8 indiscutibles, 2 carreras (1 limpia) y agenciándose 7 ponches. Cuando acabó su jornada, se encendieron las tribunas con el grito de guerra de Valdez, que sabía que su ejecución había estado como agua para chocolate.
Seguramente, José Valverde estaría muy orgulloso. Ese también dio a conocer su receta: un béisbol caribeño jugado con un toque emocional distinto, más picante, diferente.